Por D. Joachin Ibarra, impresor de Cámara de S. M.
/ Ortografía actualizada en parte por
Ramón Guimerá Lorente.
Quitaría muchas comas, y algunas seguro que me las dejaré porque el OCR no las ha escrito. /
Lógica de D. ANDRÉS PIQUER, Médico de su Magestad. (Algunas palabras en cursiva en las primeras hojas indican cómo escribía Andrés Piquer, como por ejemplo: Magestad, con g).
Quitaría muchas comas, y algunas seguro que me las dejaré porque el OCR no las ha escrito. /
Lógica de D. ANDRÉS PIQUER, Médico de su Magestad. (Algunas palabras en cursiva en las primeras hojas indican cómo escribía Andrés Piquer, como por ejemplo: Magestad, con g).
TERCERA EDICIÓN.
MADRID. MDCCLXXXI. (1781)
Por D. Joachin Ibarra, Impresor de
Cámara de S. M.
CON PRIVILEGIO.
CON PRIVILEGIO.
//
INTRODUCCIÓN.
INTRODUCCIÓN.
1
La Lógica artificial, al modo de las
demás Artes tomó su origen de la naturaleza. El entendimiento
humano por su fuerza natural alcanza las primeras verdades y para
asegurarse de las demás que dependen de ellas hace combinaciones;
con las quales quanto mas se arrima á
las verdades primitivas tanto más se asegura de la certidumbre en lo
que piensa. La combinación más universal de pensamientos es la que
hace enlazando unos con otros por la necesaria conexión que entre sí
tienen todas las verdades. Entre los enlaces y conexiones de
pensamientos el más familiar y más seguro es el que se executa
por el raciocinio, que los Griegos llamaron Sylogismo; pues de
la junta de dos pensamientos en cierta manera dispuestos resulta un
tercero distinto de ellos con el qual el entendimiento se
asegura, y se confirma en lo que quiere saber. Esto con un poco de
meditación conocerá qualquiera que su propio entendimiento lo hace
naturalmente, aun en las cosas que son del trato civil y por
eso a esta fuerza de la mente humana la llaman conatural. Para
manifestar algunos antiguos esta fuerza natural de discurrir la
extendieron a los brutos; porque si un perro que va en seguimiento de
otro animal llega a tres caminos, se pára un poco, y para
tomar el uno, dexando los otros dos, decían que forma este
raciocinio: el animal ha ido por uno de estos tres caminos: no ha ido
por este, ni por este, luego por este otro (Sexto Empírico trae
esto con cap. 14. pag. 19. edic. de Lipsia extension. Pyrrhon. hypot.
lib. I. de 1718.).
La verdad es, que son los hombres los que hacen este argumento: los perros, llevados del olfato, y de la pura impresión, que los objetos cercanos hacen en sus sentidos, son llevados sin discernimiento a preferir una cosa más que otra como lo hemos mostrado en nuestro Discurso del Mecanismo. Este argumento del perro se halla con mucha freqüencia en los libros modernos; pero su origen, como sucede en otras muchas cosas, es antiguo.
Algunos hombres de buen ingenio, reflexionando sobre la fuerza natural de raciocinar, observaron, meditando mucho en ello, el modo como el entendimiento procede con más acierto en la formación de los raciocinios. De esta observación nacieron las reglas; y la junta de estas reglas formó el Arte; porque así como la observación atenta de las obras de la naturaleza ha dado motivo para establecer máximas constantes en la Física del mismo modo la observación atenta de lo que executa el entendimiento raciocinando ha dado fundamento al Arte Lógica. Es, pues, la Lógica artificial Arte de descubrir la verdad por el raciocinio. Como hoy los Filósofos se han extraviado mucho de la verdadera Lógica, es preciso aclarar más este asunto. No es lo mismo la razón que el raciocinio: distínguense entre sí, como que la razón aunque incluye raciocinio, se extiende a otras cosas que no lo son. Las primeras verdades, o primeros principios del entendimiento humano son la razón fundamental de todas las cosas y estos no pueden probarse por sylogismos, porque no hay otras verdades que puedan servir de premisas para formarlos; y si las hubiera (además de que no fueran ellas las primeras), serían menester otras para probar aquellas, y así seguiría hasta el infinito.
Las verdades primitivas de cada ciencia particular pertenecen a la razón, y no al raciocinio. Así que el asegurar que la nieve enfría, que el fuego calienta, y las leyes primitivas, esto es, más simples que guarda la naturaleza, observadas por nuestros sentidos, dan fundamento al juicio para formar las primeras nociones de que se compone la buena experiencia, la cual está fundada en la razón. De principios establecidos con la recta razón se forman los buenos raciocinios: por donde estos, así en la raíz, como en la extensión, se han de considerar como fundados en la razón, aunque en cierto modo diferentes de ella. Conviene también entender, que cada Arte científica tiene sus propios principios, y verdades fundamentales por donde se gobierna; de modo, que el que no esté instruido en ellas, nunca se debe tener por períto en aquel Arte. La Teología natural (nombre que daban los Gentiles a sus discursos sobre la naturaleza de Dios) mira como principios las luces primitivas del entendimiento sobre la Divinidad: la Teología christiana, sin despreciar la Teología natural, añade por principios lo que Dios ha revelado por las Divinas Escrituras, y por la viva voz que conserva la Iglesia en las tradiciones Apostólicas. La Jurisprudencia tiene por verdades fundamentales lo que el entendimiento descubre tocante al Derecho Natural y de Gentes y las Leyes justas que los Príncipes establecen en sus Dominios respectivos. La Física en todos sus ramos tiene por verdades fundamentales lo que llega a saberse de la naturaleza por racional experiencia. La Éthica, o Moral, sienta como principios lo que por observación se descubre en el ánimo de los hombres, y lo que la recta razón prescribe para gobernar sus movimientos. A este modo todas las Artes tienen sus fundamentos, que les son propios y no pertenecen los de una a otra; bien que por la conexión de todas las verdades, se enlazan entre sí maravillosamente, si se llegan a entender. Hay otras Artes, cuyos principios les son particulares; pero el uso de ellas es transcendental a todas las otras, porque todas, sin excepción, pueden útilmente valerse de ellas: así son la Gramática, Retórica, y Lógica. Como los hombres han adoptado el habla como medio más a propósito para comunicarse entre sí los pensamientos, la Gramática, que establece reglas para hablar, es de uso extensible a todas las Ciencias, porque no hay ninguna que pueda comunicarse sin las voces. Pudiendo al hombre ser útil persuadir a los demás lo que él entiende en las cosas, qualesquiera que estas sean, la Retórica, cuyo oficio es persuadir, es acomodable a todas las Ciencias, porque en todas se puede ofrecer la persuasión. No habiendo cosa más fácil que engañarse el entendimiento humano, teniendo por principios los que no lo son, y tomando por verdades las que distan mucho de serlo; la Lógica, cuyo oficio es raciocinar, le da luces para asegurarse de la verdad por medio del raciocinio. Así que la Lógica es instrumento de que se pueden valer las demás Artes para asegurarse de la verdad en los discursos que se hacen en ellas; mas ninguno es científico porque sea Lógico: y yerran los que con el estudio solo de la Lógica se creen aptos para disputar, discernir, y juzgar de las verdades de las demás Ciencias. Ciceron cayó en este defecto, porque hace a la Lógica facultad de discurrir, difinir, dividir, y juzgar (a) lo qual es tan ageno de ella, que en manera ninguna le pertenece. La autoridad de Ciceron para la eloqüencia es muy grande; mas no así para la Filosofía, porque en esta anduvo vago: tuvo más erudición que solidéz y sus noticias son, no para que nadie se haga Filósofo, sino para adornar, cuando le convenga, los discursos de Filosofía (b). En la antigüedad ya hubo algunos que hicieron este juicio, y entre los modernos hay contiendas sobre este mismo asunto (c); y cuando no hubiera otra autoridad para confirmarlo que la de San Agustín, era muy bastante, porque el que lea este Santo Doctor, si no está ciegamente apasionado, ha de confesar que supo más Filosofía que todos los Gentiles (d). Esto se toca aquí porque hoy reyna una general preocupación a favor de los Escritores Griegos, y Romanos; los quales, aunque conocemos, y confesamos que en algunos puntos de literatura fueron aventajados, unos en unas cosas, y otros en otras, con todo no han de tenerse por Maestros inconcusos de las Artes y Ciencias, debiendo nosotros hacer con ellos lo que ellos hicieron con sus mayores, que fue mirarlos con respeto, como primeros Maestros; pero no seguirlos, sino cuando daban pruebas suficientes de la verdad. Los que hacen profesión de las humanidades (llámanse así los estudios de las lenguas y del buen gusto )
La verdad es, que son los hombres los que hacen este argumento: los perros, llevados del olfato, y de la pura impresión, que los objetos cercanos hacen en sus sentidos, son llevados sin discernimiento a preferir una cosa más que otra como lo hemos mostrado en nuestro Discurso del Mecanismo. Este argumento del perro se halla con mucha freqüencia en los libros modernos; pero su origen, como sucede en otras muchas cosas, es antiguo.
Algunos hombres de buen ingenio, reflexionando sobre la fuerza natural de raciocinar, observaron, meditando mucho en ello, el modo como el entendimiento procede con más acierto en la formación de los raciocinios. De esta observación nacieron las reglas; y la junta de estas reglas formó el Arte; porque así como la observación atenta de las obras de la naturaleza ha dado motivo para establecer máximas constantes en la Física del mismo modo la observación atenta de lo que executa el entendimiento raciocinando ha dado fundamento al Arte Lógica. Es, pues, la Lógica artificial Arte de descubrir la verdad por el raciocinio. Como hoy los Filósofos se han extraviado mucho de la verdadera Lógica, es preciso aclarar más este asunto. No es lo mismo la razón que el raciocinio: distínguense entre sí, como que la razón aunque incluye raciocinio, se extiende a otras cosas que no lo son. Las primeras verdades, o primeros principios del entendimiento humano son la razón fundamental de todas las cosas y estos no pueden probarse por sylogismos, porque no hay otras verdades que puedan servir de premisas para formarlos; y si las hubiera (además de que no fueran ellas las primeras), serían menester otras para probar aquellas, y así seguiría hasta el infinito.
Las verdades primitivas de cada ciencia particular pertenecen a la razón, y no al raciocinio. Así que el asegurar que la nieve enfría, que el fuego calienta, y las leyes primitivas, esto es, más simples que guarda la naturaleza, observadas por nuestros sentidos, dan fundamento al juicio para formar las primeras nociones de que se compone la buena experiencia, la cual está fundada en la razón. De principios establecidos con la recta razón se forman los buenos raciocinios: por donde estos, así en la raíz, como en la extensión, se han de considerar como fundados en la razón, aunque en cierto modo diferentes de ella. Conviene también entender, que cada Arte científica tiene sus propios principios, y verdades fundamentales por donde se gobierna; de modo, que el que no esté instruido en ellas, nunca se debe tener por períto en aquel Arte. La Teología natural (nombre que daban los Gentiles a sus discursos sobre la naturaleza de Dios) mira como principios las luces primitivas del entendimiento sobre la Divinidad: la Teología christiana, sin despreciar la Teología natural, añade por principios lo que Dios ha revelado por las Divinas Escrituras, y por la viva voz que conserva la Iglesia en las tradiciones Apostólicas. La Jurisprudencia tiene por verdades fundamentales lo que el entendimiento descubre tocante al Derecho Natural y de Gentes y las Leyes justas que los Príncipes establecen en sus Dominios respectivos. La Física en todos sus ramos tiene por verdades fundamentales lo que llega a saberse de la naturaleza por racional experiencia. La Éthica, o Moral, sienta como principios lo que por observación se descubre en el ánimo de los hombres, y lo que la recta razón prescribe para gobernar sus movimientos. A este modo todas las Artes tienen sus fundamentos, que les son propios y no pertenecen los de una a otra; bien que por la conexión de todas las verdades, se enlazan entre sí maravillosamente, si se llegan a entender. Hay otras Artes, cuyos principios les son particulares; pero el uso de ellas es transcendental a todas las otras, porque todas, sin excepción, pueden útilmente valerse de ellas: así son la Gramática, Retórica, y Lógica. Como los hombres han adoptado el habla como medio más a propósito para comunicarse entre sí los pensamientos, la Gramática, que establece reglas para hablar, es de uso extensible a todas las Ciencias, porque no hay ninguna que pueda comunicarse sin las voces. Pudiendo al hombre ser útil persuadir a los demás lo que él entiende en las cosas, qualesquiera que estas sean, la Retórica, cuyo oficio es persuadir, es acomodable a todas las Ciencias, porque en todas se puede ofrecer la persuasión. No habiendo cosa más fácil que engañarse el entendimiento humano, teniendo por principios los que no lo son, y tomando por verdades las que distan mucho de serlo; la Lógica, cuyo oficio es raciocinar, le da luces para asegurarse de la verdad por medio del raciocinio. Así que la Lógica es instrumento de que se pueden valer las demás Artes para asegurarse de la verdad en los discursos que se hacen en ellas; mas ninguno es científico porque sea Lógico: y yerran los que con el estudio solo de la Lógica se creen aptos para disputar, discernir, y juzgar de las verdades de las demás Ciencias. Ciceron cayó en este defecto, porque hace a la Lógica facultad de discurrir, difinir, dividir, y juzgar (a) lo qual es tan ageno de ella, que en manera ninguna le pertenece. La autoridad de Ciceron para la eloqüencia es muy grande; mas no así para la Filosofía, porque en esta anduvo vago: tuvo más erudición que solidéz y sus noticias son, no para que nadie se haga Filósofo, sino para adornar, cuando le convenga, los discursos de Filosofía (b). En la antigüedad ya hubo algunos que hicieron este juicio, y entre los modernos hay contiendas sobre este mismo asunto (c); y cuando no hubiera otra autoridad para confirmarlo que la de San Agustín, era muy bastante, porque el que lea este Santo Doctor, si no está ciegamente apasionado, ha de confesar que supo más Filosofía que todos los Gentiles (d). Esto se toca aquí porque hoy reyna una general preocupación a favor de los Escritores Griegos, y Romanos; los quales, aunque conocemos, y confesamos que en algunos puntos de literatura fueron aventajados, unos en unas cosas, y otros en otras, con todo no han de tenerse por Maestros inconcusos de las Artes y Ciencias, debiendo nosotros hacer con ellos lo que ellos hicieron con sus mayores, que fue mirarlos con respeto, como primeros Maestros; pero no seguirlos, sino cuando daban pruebas suficientes de la verdad. Los que hacen profesión de las humanidades (llámanse así los estudios de las lenguas y del buen gusto )
(a) Sequitur tertio quae per omnes
partes sapientiae manat & funditur, quae rem definit, genera
dispartit, sequentia adjungit, perfecta concludit, vera & falsa
dijudicat, disserendi ratio & scientia: ex qua cum summa utilitas
existit ad res ponderundas, tum maxime ingenua delectatio, &
digna sapientia. Cicer. Tuscul. Lib. 5. cap. 25. pag. 477.
(b) Véase Luis Vives de Caus. corrup.
art. lib. 4. pag. 394. Edición de Basilea 1550.
(c) Brukero His. Philos. tom. 2. p. 49.
(d) S. August. Confess. lib. 3. cap. 4. p. 90. & lib. I. contra Académicos, cap.2. tom.I. pag.253.& de Civit. Dei, lib.4. cap. 30. tom. 7. pag. 110.
(d) S. August. Confess. lib. 3. cap. 4. p. 90. & lib. I. contra Académicos, cap.2. tom.I. pag.253.& de Civit. Dei, lib.4. cap. 30. tom. 7. pag. 110.
son los que dan más aumento a esta
preocupación, porque estos por lo común se internan poco en la
Filosofía, y en las Facultades serias, se emboban, y se enagenan con
las palabras, frases, y modos de hablar de los Autores Griegos, y
Romanos; y como estos mezclaron en sus escritos alguna doctrina
Filosófica, y sentencias Morales, Políticas &c. embebecidos con
esto, se creen entendedores de todas las Artes; y muchos de ellos
llegan al desvarío de pensar, que en la inteligencia de esas cosas
consiste toda la ciencia; y con una cita de Ciceron, de Lucrecio, de
Juvenal, ú otro Escritor semejante, quieren decidir la
qüestion más ardua de la Filosofía. Pero las lenguas no son
las ciencias, sino los conductos por donde se camina a ellas: y las
demás cosas de humanidad son adornos que dan pulidez a las Artes;
mas no son, ni consiste en ellos la sabiduría. Si uno ha de juzgar
de una obra de Física, no le sirven las lenguas, ni las humanidades,
sino el estar bien instruido en las obras y leyes de la naturaleza,
averiguadas por la observación, y sabidas por la experiencia. Lo
mismo sucede en el Jurisconsulto, Teólogo, &c. Por lo que toca a
la Lógica, haciendo de ella buen uso, sirve para todas las Ciencias,
porque en todas puede reducir a raciocinio los argumentos con que se
intentan probar las cosas, ver lo que se puede demonstrar, y lo que
queda en términos de opinable, y conocer los sofismas para
desenredarlos.
3 De lo dicho se deducen el objeto, y
fin de la Lógica. El sujeto o materia en que se emplea esta Arte
(que es lo que comúnmente llaman objeto) es el silogismo o
raciocinio, y qualquiera otra especie de argumento que se puede
reducir a él. El fin de la Lógica es asegurarse de la verdad, y
descubrirla por medio de los silogismos, enlazados unos con otros,
hasta llegar a las verdades fundamentales y primitivas; en cuyo
término, quedando convencido el entendimiento, sosiega y queda
satisfecho. Así que el conocer la verdad de las premisas de los
silogismos no es de la Lógica, sino de las Ciencias a quienes ellas
pertenecen: y cuando se niega una premisa, de qualquiera facultad que
sea, lo que hace el Lógico es probarla por otras verdades, con las
quales se vea el enlace de la que se niega, hasta llegar a los
primeros principios. Lo mismo que se hace cuando se niega, se debe
practicar cuando se afirma, si se quiere impugnar la afirmación. De
aquí se deduce, que el examen de las verdades científicas pertenece
a las Ciencias: y a la Lógica solo le toca ordenarlas en silogismos,
para descubrir la conexión, o inconexión que tienen entre sí, y
con los principios fundamentales de cada Facultad. Entendido esto, se
echa de ver quanto distan de la verdadera sabiduría los que no han
estudiado otra cosa que la Lógica. En el tiempo presente se componen
unas Lógicas que hablan de todo, en todo se meten, no hay cosa que
no censuren, ni Ciencia de que no hagan crítica, porque el gusto
dominante es hablar en todas las Ciencias sin entenderlas;
pero el que quiere verdaderamente saber, ha de estudiar, y profesar
las Artes, mirándolas en sí mismas, y con atención a los
principios fundamentales de cada una de ellas, valiéndose de la
Lógica para asegurarse de la verdad, desenredar los sofismas, y
distinguir lo opinable de lo demonstrativo. Por haberse abandonado
esta manera de estudios, es tan grande el número de los semisabios,
que, no teniendo más que noticias superficiales de las Ciencias,
creen entenderlas todas.
4 Dirán contra esto, que el señalar
este objeto, y fin de la Lógica, es reducirla a términos muy
estrechos: que los Estoicos y Peripatéticos le dieron mayor
extensión, y esto mismo es lo que hacen los modernos. Es cierto que
los Estoicos hicieron a la Lógica Arte de juzgar de las cosas, y
mezclaron con ella lo que pertenece a otras Ciencias. No han quedado
escritos de Zenon, Príncipe de los Estoicos, ni de Chrysippo su
discípulo, los quales se cree haber sido grandes Lógicos; pero por
lo que leemos en Laercio, Sexto Empírico, Plutarcho, Ciceron, y
otros antiguos, bien que lo que trahen no son más que pequeños
fragmentos, venimos a conocer, que los Estoicos confundieron los
asuntos de la Metafísica y Animástica (llámase así la parte de la
Filosofía que trata de Anima) con la Lógica; y como su principal
aplicación la pusieron en la Moral, siendo muy diminutos en lo
demás, por eso no se han de tener por norma en los estudios Lógicos.
Séneca sin embargo de haber sido Estoico (Véase Séneca epist. 82.
pag. 544. y epist. 48. pag. 464. edic. de Justo Lipsio de
1605), reprehende muchas veces la Dialéctica de estos Filósofos.
Fuera de esto, los que están versados en los Autores propuestos,
fácilmente conocerán, que fue vicio general de los Estoicos
amontonar, tomando de los demás Filósofos muchas cosas para formar
su especial sistema (b). Aristóteles, Príncipe de los
Peripatéticos, tuvo por objeto de la Lógica el modo de saber, que
se consigue por el argumento; y como todas las maneras de argüir se
refunden en una, que es el sylogismo, por eso la Lógica de
Aristóteles mira como sujeto y materia suya al raciocinio. Todo
sylogismo, a qualquiera materia que se aplique, o demuestra la cosa,
o la hace probable, o la enreda, por donde o es demonstrativo, o
opinable, o sofístico. Aristóteles en los libros que se intitulan
Analíticos primeros trata del sylogismo en general, explicando
quantas propiedades y circunstancias debe tener para estar bien
formado. En los Analíticos posteriores trató del Sylogismo
demonstrativo con admirable doctrina. En los ocho libros de los
Tópicos, que quiere decir de los lugares de donde se toman los
argumentos, explicó los sylogismos probables, descubriendo y
declarando quantas maneras puede tener el entendimiento humano para
discurrir de las cosas con probabilidad. En el libro de los Elenchos
trató de los sofismas, poniendo a descubierto todas las maneras
artificiosas de engañar con los raciocinios. Mas viendo este grande
Filósofo, que para formar esta obra eran precisos algunos
materiales, como son las nociones simples, que llama Términos, en
los quales se incluye el nombre y verbo, y nociones compuestas que
llama proposiciones, en las quales se incluyen las difiniciones
y divisiones, para explicar estas cosas puso como introducción el
libro de las Cathegorías, y el de Enuntiatione, que otros dicen de
Interpretatione, en Griego *g, esto es, de la formación de las
proposiciones.
5 El que quiera saber Lógica, lo conseguirá leyendo todos estos libros de Aristóteles en él mismo, y se admirará de ver dos cosas: la una el ingenio, penetración, y solidez de este Filósofo: la otra el que a vista de cosas tan claras, ciertas y fixas, como en estos libros se manifiestan, haya quien se atreva a despreciarlos, o para introducir en su lugar cosas vanas, o para mantener un riguroso scepticismo.
5 El que quiera saber Lógica, lo conseguirá leyendo todos estos libros de Aristóteles en él mismo, y se admirará de ver dos cosas: la una el ingenio, penetración, y solidez de este Filósofo: la otra el que a vista de cosas tan claras, ciertas y fixas, como en estos libros se manifiestan, haya quien se atreva a despreciarlos, o para introducir en su lugar cosas vanas, o para mantener un riguroso scepticismo.
(b) Véase Ciceron Academ. Lib.2.cap.6.
pag.13. Bruckero Hist. Philos.tom.I.p. 903. Gassend. Logic.
cap.6.tom.I.p.49.
No por eso tenemos a Aristóteles por
Escritor indefectible, y de suma autoridad: sabemos muy bien, que
como hombre cometió sus defectos, que descubre en bastante número
en los libros citados de Aristóteles nuestro Luis Vives (a) bien que
en esto mismo se excedió un poco este excelente Crítico, como lo
veremos a su tiempo. Lo que hizo Aristóteles hago yo, siguiendo su
exemplo, en esta Lógica; porque además de tratar de todas las
clases de raciocinios, explico también las nociones simples y
compuestas: muestro los errores que se mezclan en ellas, tomando
algunas cosas, aunque pocas, de la Metafísica, y algunas más de la
Animástica, por la conexión y enlace de todas las Artes, y la
necesidad de valernos de las verdades más simples, puesto que unas
ilustran a otras, guardando el orden de no tomar de otras Ciencias
más que lo preciso para hacer más patente y comprehensible el modo
de saber por el raciocinio, como objeto de la Lógica. Si los
modernos en sus Lógicas guardasen este estilo, no los culparíamos;
pero como tratando muy de paso de lo que propiamente toca a la
Lógica, se extravían a la erudición, a la crítica, al modo de
escribir los libros, a las reglas del buen gusto, y a otras
innumerables cosas que no pertenecen a la Lógica, sino a otras
Ciencias, por eso con el estudio moderno de las Lógicas no tanto se
forman verdaderos Lógicos, como hombres dispuestos a hablar de todas
las Ciencias sin hacer profesión de ellas.