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domingo, 17 de octubre de 2021

Capítulo VIII. De los Sofismas.

Capítulo VIII.

De los Sofismas.

104 Antiguamente llamaron Sofistas a los Sabios (sophos: sabiduría, saber, en griego): y viendo Sócrates que en su tiempo había muchos que no tenían más que una sabiduría aparente, y que procuraban engañar a los ignorantes con argumentillos caprichosos y con sofisterías, empezó a dar a los falsos sabios el nombre de Sofistas. Lo mismo hicieron Platón, y Aristóteles, y ambos los rechazaron con eficacia, porque Platón describió los engaños de los Sofistas, y Aristóteles manifestó admirablemente todos los caminos de que se aprovechaban para formar sus sofismas; de suerte, que este Filósofo trató con perfección este asunto. Ojalá le leyesen los que se precian de Sectarios suyos.

105 Los Romanos a imitación de los Griegos llamaron Sofistas a los que se aprovechaban de argucias, o vanos argumentos. Es, pues el sofisma un raciocinio que nada concluye, y tiene apariencia superficial de concluir.
Hay algunos sofismas tan claros y tan fáciles de conocer, que el más rudo los desecha por engañosos. La sola Lógica natural basta para conocerlos, y cualquiera en oyéndolos, comprende que el tal razonamiento no concluye, aunque no sepa la razón. Por eso los omitiré, proponiendo solamente aquellas fuentes generales de donde nacen muchos sofismas que cada día observamos, así en las disputas, como en los libros, amonestando a los jóvenes que vean en Aristóteles sus trece fuentes de los argumentos sofísticos, que ciertamente les servirá mucho para la cumplida inteligencia de este asunto.
En primer lugar puede colocarse aquel sofisma con que se prueba otra cosa de lo que se disputa. Llamóle Aristóteles ignoratio Elenchi. Elencho
(elenco) es el silogismo con que se intenta probar lo contrario de lo que se ha establecido, como hacen en las Escuelas los que impugnan las conclusiones que otro defiende. Si el elenco se forma con manifiesto engaño, ya consista este en las voces, ya en las cosas, es elenco sofístico; y todos los sofismas los reduce Aristóteles a este, porque todos consisten en la mala formación del silogismo; pues en todos sucede que haya apariencia de raciocinio, no habiéndolo en la realidad. Por eso el que entienda bien las reglas que hemos propuesto, tratando de la formación de los silogismos, sabrá los fundamentos con que ha de desenredar todos los sofismas, mayormente si descendiendo a lo particular advierte las varias maneras capciosas, y engañadoras que hay de silogizar, ya por el mal uso de las palabras, ya por la mala inteligencia, y aplicación de las cosas. No sólo en las Escuelas domina mucho el uso de los sofismas en los actos literarios, por el dolo, mala fé, y poco amor a la verdad, sino también en las conversaciones y discursos Académicos, cuando los dicta el interés y la pasión de algún sistema. También se usa este sofisma en el trato común.

106 Unas veces disputa Ticio con mucho calor, y hace mil exageraciones para probar lo que no se le niega, y es que por tener acalorada la fantasía, no atiende lo que su contrario dice. Otras veces con malicia, y de intento deja de probar lo que le toca, ya porque no se halla con bastantes razones, o porque se ha introducido en una cuestión, que no sabe, y no quiere confesar su ignorancia. Aquí es de advertir, que hay algunos que con mala fé atribuyen en las disputas a su contrario ciertas cosas, que este ni las ha imaginado; y otras veces le atribuyen ciertas proposiciones, que piensan deducirse de la doctrina que el contrario enseña, aunque en la realidad este las niega, y no ha tenido él ánimo jamás de admitirlas; y esto lo hacen para triunfar del enemigo entre la gente ruda, que no alcanza estos artificios. En los impugnadores de los libros es comunísimo este modo de sofisticar, y cada día vemos atribuirse a un Autor lo que no ha dicho, y otras mil cosas, que no son de la disputa.
Así lo hizo Juan Clerico en muchas impugnaciones que hace de los Santos Padres, y señaladamente en la Disertación de argumento theologico ab invidia ducto, puesta al fin de su Lógica en el tomo primero de sus obras filosóficas de la edición de Amsterdam de 1722.

107 Su intento es mostrar las falacias, y sofismas que usan los hombres para volver odioso a su contrario, para que siendo mirado con odio, nadie reciba su doctrina. Pone diez y seis lugares, o modos con que puede uno hacer odioso a otro, y en cada uno de ellos toma por objeto a S. Gerónimo, queriendo mostrar que lo que este Santo Doctor escribió contra los herejes, especialmente contra Vigilancio, no tenía solidez ninguna, sino sólo artificios, depravada fé, y malas artes para volver odioso a Vigilancio. Estoy admirado, que siendo tan públicos hoy estos libros, nuestros Teólogos embebecidos con las disputas con que se impugnan unos a otros, siendo todos Católicos, dejen sin respuesta a este y otros Escritores audaces, que sin respeto ninguno a los varones más santos y más doctos tiran a volverlos despreciables y desautorizados, mayormente extendiendo Clerico esta calumnia en el principio de su Disertación a todos los Teólogos. Es verdad, que Amort (a) en su Filosofía Polingana resiste a Clerico, pero es de paso, y convenía que se hiciese en más forma. Lo cierto es, que los diez y seis lugares con que quiere Clerico infamar a S. Gerónimo, pretendiendo que este se valió de ellos para volver odioso a Vigilancio, con grande arte los pone en obra para hacer odioso a este Santo Doctor. Sabemos muy bien que
S. Gerónimo era activo y ardiente cuando impugnaba a los herejes; pero el zelo, no el dolo, era el que encendía su fuego, como lo ha mostrado muy bien Dupin en su obra de Veritate.

108 El que sepa los motivos de la contienda entre S. Gerónimo y Vigilancio, y lea la Disertación de Clerico, verá que este crítico moderno no entra en ella, ni pone argumentos para probar que Vigilancio tuviese razón, y no S. Gerónimo: lo que hace es entresacar las palabras ardientes con que el Santo Doctor, celosísimo por la doctrina de la Iglesia, rechazaba los errores de Vigilancio, y interpretar estas palabras maliciosamente, como que tiraban a volver odioso a Vigilancio.
Si Clerico pudiera tener argumentos sólidos para mostrar insuficiencia y poca solidez en los argumentos de S. Gerónimo, tuviera más disculpa de interpretar entonces las expresiones fuertes a deseo de oprimir al contrario, haciéndole odioso; pero si Clerico esto no lo ha hecho ni lo pudo hacer, ¿no es claro que son artes suyas para desautorizar al Santo Doctor todo cuanto dice contra él?
No sólo con S. Gerónimo hizo esto, sino también con S. Agustín, a quien impugnó disfrazándose con el nombre de Pherepono, y hablando de este santísimo y sapientísimo Doctor, y de su alto y profundo saber, como pudiera hablar de un niño que va a la Escuela.

(a) Amort Philosoph. P*lling. pág. 577. edic. de
Auxgbourg. año 1730.

Cuando la obra de Muratori de Ingeniorum moderatione in Religionis negotio, que hemos citado otras veces, no tuviese otro mérito, que haberse escrito de propósito para vindicar a S. Agustín de las calumnias y falsedades con que le trata el fingido Pherepono, era digna con eso sólo de que la leyesen todos los eruditos. Clerico no era Teólogo: todo su estudio le puso en la Filosofía, porque como hereje Sociniano decía, que no ha de haber otra Teología que la que dicta la razón, que es el error dominante de estos sectarios; y como defendía los mismos errores de Vigilancio, por favorecerse a sí mismo, con capa de Vigilancio maltrató a S. Gerónimo. Estas artes de los sectarios no son nuevas: son tan antiguas como sus errores, y se hallan bien descubiertas y explicadas en el erudito libro: el Soldado Católico de Fr. Gerónimo Gracián.

109 En segundo lugar puede colocarse aquel sofisma, que llamó Aristóteles petición de principio, y se comete cuando se trae por prueba lo mismo que se disputa. Ya se ve que la prueba de una cosa debe ser más clara que la misma cosa; con que es contra la buena razón intentar persuadir un asunto, aprovechándose del asunto mismo para probarlo. Los círculos viciosos se reducen a este sofisma de petición de principio; como si uno dijera que Dios existe porque hay una causa que lo gobierna todo con providencia, y añadiese, que hay una causa que gobierna las cosas con providencia, porque hay Dios, este cometería sofisma de petición de principio y círculo vicioso. A la misma especie de sofisma pueden reducirse todos los argumentos que prueban una cosa oscura por otra oscurísima.

110. El Autor del Arte de pensar en la explicación de este sofisma dice: que Galileo culpa a Aristóteles con razón por haber caído en esta falacia, queriendo probar que la tierra está en el centro del mundo con este argumento: las cosas pesadas van al centro del mundo, y las ligeras se apartan: luego el centro de la tierra es el mismo que el centro del mundo (a : Arte de penser 3. part. chap. 19. pág. 359. ).
La petición de principio consiste en que, concediendo estos Autores que las cosas pesadas caen al centro de la tierra, no podía Aristóteles saber que caen al centro del mundo, sino suponiendo que el centro del mundo es el de la tierra, y esto es la cuestión. Mas en Aristóteles no hay tal argumento, sino en sus Comentadores. Queriendo probar Aristóteles, que hay un medio, o centro del mundo, y que a él van las cosas pesadas, y de él se apartan las ligeras, usa de varios argumentos sacados de la constitución del universo: de la situación de los astros, y a estos añade los movimientos de los cuerpos graves y leves, como que unos se acercan, y otros se apartan de aquel centro, añadiendo que los cuerpos graves van al centro de la tierra por accidente, porque coincide este centro con el del universo, al cual caminan por su propia naturaleza (a).
Tratando en otra parte de la
gravedad (Newton murió en 1727, Andrés Piquer publica esta tercera edición en 1781) y levedad de los cuerpos, prueba el medio, o centro que hemos dicho, y después pone estas palabras: Si es que caen al medio de la tierra, o del universo, siendo uno mismo el de los dos, pide otra averiguación (b). Todavía extendió más esta duda en el libro Il. de Coelo, donde trata lo mismo; y por estos lugares se echa de ver, que no intentó probar Aristóteles que los cuerpos graves caían al centro del mundo, porque cayesen al centro de la tierra, sino por otros argumentos, con lo cual no cometía petición de principio. Antonio Vernei, sin hacer aquí otra cosa que copiar las palabras del Arte de pensar, culpa a Aristóteles del mismo modo, y con los mismos fundamentos. Así lo hace este Escritor muchas veces sin consultar los originales (c).


111 En tercer lugar coloco yo los sofismas, en que se da por causa de una cosa lo que no es causa, y en general se cometen de dos maneras. Unas veces por ignorancia de las verdaderas causas de las cosas, porque se presentan muchos efectos y las causas están ocultas, y el entendimiento lo atribuye a las veces a lo que se le antoja. En mis escritos de medicina he mostrado que este sofisma se comete frecuentemente en las anatomías de los cadáveres, cuando estas se hacen para examinar las causas de la muerte.

(a) Arist. lib. 2. de Coelo, cap. 14,
(b) Arist. lib. 4. de Coelo, cap. 4.

(c) Vernei de Re logica, lib. 5. cap. 8. pág. 222.

Las más veces viene esta por una causa de suma sutileza y actividad, la cual vuela con la vida. Entonces sólo se ven en los cadáveres el destrozo y ruina que aquella causa ha producido, induciendo la muerte: por donde lo que con tales anatomías se descubre por lo común son los efectos, no las causas de la extinción. Esto lo confiesan llanamente los Profesores Médicos de buenas luces. Engaños de esta clase en que se toman los efectos por causas de las cosas son comunísimos en la Física, porque los efectos se ven, las causas suelen estar ocultas, y los hombres se paran fácilmente en lo que se presenta a sus sentidos, y con trabajo se detienen en lo que conviene a la razón. En la política y en el trato civil se comete este sofisma todos los días, dándose por causas de los sucesos, las que distan mucho de serlo, fingiéndoselas cada cual a su albedrío. Cuando dijo Virgilio, que es feliz el que puede discernir las causas de las cosas, no habló sólo de las físicas, sino también de las civiles, morales, &c. (a)
(a) Felix qui potuit rerum cognoscere causas. Virg. Georg. lib. 2. v. 450.
112 Otras veces se comete este sofisma por soberbia y precipitación, porque muy raras veces quieren los hombres confesar que ignoran una cosa, y esto los precipita a señalar ciertas causas de algunos efectos antes de examinarlas, y tal vez sin advertencia ninguna. En el trato civil cada día se comete este sofisma, y ocasiona mil sospechas y riñas, porque dan unos por causa de lo que observan en otros, aquello que no lo es, y está muy distante de serlo. De ordinario no se detienen los hombres en averiguar la cosa por todas sus partes, ni todos tienen el ingenio necesario para conseguirlo; y como pocos aman el trabajo, y cuesta examinar de raíz las cosas, por eso luego se precipitan, y dicen, que la palabrilla que fulano ha dicho, o la acción que
citano ha hecho, quieren decir esto, o estotro, lo cual ni tan solamente imaginaron aquellos, de lo que se siguen mil vanas sospechas.

113 A esta especie de sofisma se reducen las cosas maravillosas, que los
Astrólogos atribuyen a los Astros. Yo no soy de aquellos que les niegan toda influencia, antes por el contrario creo que tienen algún poder sobre los elementos, y que a lo menos de esta manera pueden influir en nuestros cuerpos; por donde no puedo conformarme con la universalidad con que el P. Feyjoó, siguiendo a Gasendo, desecha toda la fuerza de los Astros sobre los hombres. En la Medicina cada día tenemos motivos de conocer esta fuerza en tantas y tan varias epidemias, como se observan en varios años; y por eso en mis libros Médicos la he procurado establecer, como que su conocimiento es importantísimo para curar las enfermedades. El célebre Inglés Mead ha compuesto un tratado de imperio Solis & Lunae, donde convence este asunto con admirables pruebas. Mas aunque esto sea así, creo que se han excedido los Astrólogos, extendiendo demasiado la fuerza de los Astros, y sacando de ella predicciones muchas veces arbitrarias
(
Nota del editor: habéis leído hoy vuestro Zodiaco?).
Entiendo que en esto es menester observar el
Ne quid nimis de Terencio.

114 A esta especie de sofisma puede también reducirse el común modo con que el vulgo señala las causas de algunos efectos; es a saber: Esto ha venido después destotro, pues esto es la causa de aquello. En los juicios que se hacen sobre las curaciones de grandes achaques, se cometen infinitos sofismas, atribuyéndolas a causas que no han tenido conexión, ni dependencia ninguna con el efecto. Se ha perdido una batalla, el General tiene la culpa, es sofisma de esta especie, porque pueden concurrir otras mil cosas, que pueden ser causa de haberse perdido la batalla, aunque el General haya aplicado de su parte cuanto pudiera conducir para ganarla. Del mismo modo se pierde un Discípulo, que estaba a cargo de tal Maestro, y luego dicen: El Maestro no ha cuidado, y él es la causa de la perdición del Discípulo.
Muchas veces esto es sofisma, porque aunque el Maestro haya puesto por su parte todo el cuidado, y aplicación necesaria para el buen gobierno del Discípulo, puede la mala inclinación de este, o las malas compañías, u otras cosas, que a veces los Maestros no pueden
estorbar, haberle precipitado. En fin este sofisma se halla algunas veces en los Predicadores, cuando dan por causa de un suceso una cosa que ellos se fingen a su albedrío (a).

(a) Sola scripturarum ars est, quam sibi passim omnet vendicant, & cum aures populi, sermone composito mulserint; haec legem Dei putant, nec scire dignantur quid Prophetae, quid Apostoli senserint, sed ad sensum suum incongrua aptant testimonia: quasi grande sit, & non vitiosissimum dicendi genus depravare sententias, & ad voluntatem suam scripturam trabere repugnantem. Hieron. in Prolog. Galeat.

Por ejemplo: Pregunta un Orador, por qué la zarza de Moyses (Moisés) ardía, y no se consumía? Y después de varias razones dice, que la causa es por...... y señala por causa, no lo que es, sino lo que él piensa. De este modo se atribuyen algunos efectos a determinadas causas, y no hay otro motivo para hacerlo, que el capricho del que lo hace. Dije que señala por causa, no lo que es, sino lo que él piensa, porque la causa de semejantes efectos, en el modo que algunas veces la señala el Orador, es oculta, y la Iglesia no la ha declarado, ni los SS. Padres la han propuesto, sino que el Orador se la finge, y acomoda como le parece; y por esta especie de sofisma señala causas arbitrarias a los sucesos referidos en las sagradas Escrituras, y no los puede persuadir a los hombres de juicio, porque le faltan pruebas sólidas con que poderlas fundar.
El P. Vieyra ya conoció esto, y reprehendió eficazmente a los Predicadores que hacen decir a las sagradas Escrituras lo que ellos se imaginan, y tal vez fingen;
y aún prueba con argumentos concluyentes, que en esto cada día faltan a su verdadero instituto. Encargo mucho que se lea sobre esto un Sermón de la Sexagésima, donde, ya desengañado, trató de desterrar del Púlpito los vanos conceptos e interpretaciones arbitrarias de las sagradas Letras. En la Carta Pastoral que el Obispo de Barcelona D. Joseph Climent ha puesto al principio de la versión castellana de la Retórica del P. Fr. Luis de Granada, se impugnan estos y otros semejantes estilos de los Oradores Cristianos, con mucha eficacia y con gran conocimiento de la verdadera elocuencia del Púlpito.

115 Los Gentiles usaron de este sofisma para calumniar la Religión de
Jesu-Christo en sus primeros principios, y decían: cuando la Religión Christiana ha empezado a esparcirse, muchas calamidades han oprimido al Imperio Romano: luego la Religión Christiana ha sido la causa de ellas. No puede haber sofisma más falaz, porque siendo clarísimas las causas de la decadencia del Imperio de Roma, y no habiéndolas disimulado algunos de sus historiadores, era necedad buscar por causa de aquellas calamidades a la Religión Christiana. Digno es de leerse sobre esto Tertuliano en su Apología, cuya obra ya hemos dicho es merecedora de alabanza; y es bien sabido, que S. Agustín escribió los libros de la Ciudad de Dios, con el ánimo de rechazar semejantes sofisterías de los Gentiles.

116 En cuarto lugar puede colocarse el sofisma con que se pronuncia de las cosas absolutamente, debiéndose hacer con ciertas limitaciones; y cometemos este sofisma en aquel modo de razonar, con que concluimos que una cosa es de cierta manera que nosotros nos imaginamos, pudiendo ser de muy distintos modos: llámase en las Escuelas a dicto simpliciter ad dictum secundum quid. Caen en este sofisma con mucha facilidad los semisabios, o los sabios aparentes: porque de ordinario suelen estos estar muy satisfechos con su ciencia, y según ella juzgan de todas las cosas sin dudar de ninguna.
Propónese a uno de estos tales averiguar, por ejemplo, de qué modo se hace la lluvia, o de qué manera se mueve un Cometa, u otra cualquiera semejante duda, y de repente resuelve que es de esta manera y que no puede ser de otra, y es porque él no alcanza otro modo de ser en aquellas cosas, aunque en la realidad puedan hacerse de diversas maneras. También cometen este sofisma los que hacen juicio de las cosas que suceden en Lugares apartados, o en Lugares donde no tienen comunicación, aunque estén cercanos, y para juzgar no tienen otros fundamentos que muy pocas noticias de los hechos sobre que juzgan, o no saben ni alcanzan sino algunas razones del hecho; pudiendo haberse gobernado los que le ejecutan por otras distintas. Por eso cada día vemos muchos que se quejan de los Jueces que han determinado esto, o estotro, sin numerar perfectamente los motivos que ellos se propusieron: y no faltan políticos sofistas que con ligeras noticias quieren juzgar de los negocios más secretos del Gobierno, señalando por razones de los acontecimientos las que tal vez no las imaginaron los que gobiernan.

117 Los malos Críticos caen frecuentemente en este sofisma cuando explican el sentido de algún Autor de la antigüedad, y cada uno quiere que la mente del Autor sea la que a él se le antoja, porque no alcanza que pudo haber sido muy distinta. Este sofisma tiene atrasada la Medicina en su parte Farmacéutica, porque se tienen por virtudes de los remedios las que no lo son: toda Medicina ha de graduarse de tal, o tal virtud con relación al cuerpo humano: con que pronunciando los Botánicos y Farmacéuticos absolutamente, como suelen hacerlo, salen falaces sus aseveraciones. Algunos reducen a esta especie de sofisma la inducción defectuosa. Llámase argumento de inducción aquel con que de muchos particulares se saca una conclusión universal.
Por ejemplo: Los hombres de la Europa hablan, también los de Asia, asimismo los del África, como también los de la América: luego todos los hombres del mundo hablan. Se hace defectuosa la inducción cuando no comprende todos los miembros; y los hombres suelen sacar conclusiones universales antes de haber examinado perfectamente todos los particulares, cuyo defecto cometen los que se apresuran en juzgar de las cosas difíciles. Mas todo lo que toca a las inducciones defectuosas se entiende muy bien con lo que hemos dicho, tratando del raciocinio.

118 Este sofisma domina en los principales escritos de Mr. Roseaux: mira las cosas sólo por un lado, y sin contar con los demás habla del todo por lo que se ve en una sola parte. En las cosas humanas nada hay que sea enteramente perfecto: aun en las más bien fundadas se mezclan defectos, e imperfecciones. Lo que hace Roseaux es tomar la parte defectuosa para sacar por ella el todo imperfecto, o despreciable. Cuando trata de la desigualdad de los hombres pinta al hombre por lo sensitivo y animal, faltando poco para hacerle una bestia: entonces no se mira la racional, porque esto estorbaría la prueba. Cuando se ha de probar la religión natural, el hombre todo es razón, no hay cosa que no se alcance por ella: la Filosofía es el fundamento de todo: lo brutal, lo sensitivo, y lo flaco no tiene aquí lugar, porque esto no le hace, antes se opone a su designio. Si se propone el entusiasmo de que las Ciencias son perjudiciales a las costumbres, se habla sólo de los abusos que se mezclan en ellas: el cultivo del entendimiento, su influencia en la voluntad, la perfección del juicio, el conocimiento del hombre para dominar sus pasiones, y otras mil cosas que el estudio bien ordenado de las Artes científicas acarrea, se dejan porque estorban la prueba del entusiasmo. Lo mismo sucede con las alabanzas de los Cómicos, y con los vituperios de las Imprentas; pues en todas estas cosas para singularizarse toma solo la parte flaca, omite el principal punto, y así por un sofisma de imperfecta enumeración engaña a los falsos sabios. ¿Quién duda que cuando atribuye a las letras la decadencia de los Imperios y el aumento del lujo, comete el sofisma non causae, ut causae? Así discurre casi siempre un hombre que afecta ser Filósofo a la manera de los Griegos, y lo ha logrado, porque en la religión, viajes, escritos, y doctrina es un retrato de ellos, o por decirlo mejor, un compendio de sus extravagancias y desvíos.

119 Síguese el sofisma que llaman en las Escuelas falacia de accidente, y se comete cuando se atribuye a una cosa absolutamente y sin restricción alguna, aquello que sólo le conviene por accidente. En la Medicina se comete este sofisma con frecuencia, porque acontece, que después de un medicamento muy saludable, se empeora el enfermo, y muchos ya aborrecen aquel remedio.
Por ejemplo: El láudano es medicamento utilísimo y muy seguro cuando
le propina un Médico juicioso; no obstante se da muchas veces sin fruto, y en alguna ocasión después de haberle tomado se agrava la enfermedad. No hay que dudar que el agravarse el mal nace de otras causas que hay en el mismo que adolece, y sin embargo se atribuye al láudano; de suerte, que se le atribuye absolutamente lo que sólo por accidente ha sucedido, porque ha sido accidental en aquel enfermo juntarse el aumento del mal con la medicina. Por este modo de sofisma se desacreditan la kina, los eméticos, las sangrías, y otros remedios de suyo saludables y utilísimos cuando se manejan por Médicos sabios, que tienen por guía a la naturaleza; y que sólo por accidente ha acontecido empeorarse los enfermos después de su legítimo y prudente uso.
El que mire con atención lo que han escrito contra la Medicina algunos Críticos, así extraños, como Españoles, conocerá que por la mayor parte es amontonamiento de razones sofísticas, pues se desprecia la Medicina en general y absolutamente por solos los defectos, o ignorancia de sus Profesores, lo cual le es accidental.

120 Del mismo sofisma usan los que acusan toda una Religión por sólo el defecto de algún individuo de ella; y lo mismo sucede a los que desprecian la Filosofía y la Crítica, porque las han cultivado algunos Herejes. Ya se ve que es accidental a la Filosofía que los que la profesan, sean de esta, u otra Religión, y apenas se hallará cosa ninguna, que discurriendo de esta manera no se halle defectuosa. ¿Quién duda que hay algunos abusos en la disciplina Eclesiástica? ¿Se dirá por eso, que ha de exterminarse la antigua disciplina de la Iglesia?
Es cierto que la vana credulidad introduce muchos milagros falsos.
¿Se dirá por eso que ha de apartarse de los fieles la creencia de los verdaderos? Yo creo que algunos Herejes han perseguido a la Iglesia Católica con sofismas de esta especie. Y de este modo razonan en asuntos distintos de la Religión algunos ingenios, que sólo alaban lo que les complace (a).

121 Hay otro sofisma que se comete razonando del sentido compuesto al diviso, o al contrario. Por ejemplo: dice Jesu-Christo en el Evangelio, que los ciegos ven, y los cojos andan, y los sordos oyen; lo cual ha de entenderse en sentido diviso; esto es, que ven los que eran ciegos, y oyen los que eran sordos; y si alguno lo entendiese en sentido compuesto cometería sofisma, porque los ciegos no ven siendo ciegos, ni oyen los sordos mientras están sordos.
Del mismo modo han de entenderse las sagradas Escrituras cuando dicen, que Dios concede la salvación a los malos, porque no salva a los que actualmente son malos, sino a los que lo fueron, y después se han convertido. Por el contrario han de entenderse en sentido compuesto las palabras de S.
Pablo con que dice: Los fornicadores, idólatras, y avaros no entrarán en el Reyno de los Cielos (b), porque significan que no entrarán en los Cielos si se mantienen en la avaricia, e idolatría, y si no dejan los vicios, y se convierten a Dios. De este modo fácil será entender algunos sofismas pertenecientes a la Religión. A esta especie de falacia se reduce este sofisma: Tú tienes lo que no has perdido: no has perdido las riquezas; luego tienes riquezas. Pues la mayor se entiende en sentido compuesto, y la menor en diviso, y de esta manera pudiera señalar otros semejantes sofismas, capaces de engañar solamente a los muy estultos.

(a) Vitiosum est artem, aut scientiam, aut studium quidpiam vituperare propter eorum vitia, qui in eo studio sunt, veluti qui Rhetoricam vituperant propter alicujus Oratoris vituperandam vitam. Aut. Rhet. ad Heren. lib. 2. cap. 27.

(b) Paul. ad Corinth. 6. vers. 9.
122 En último lugar coloco yo el sofisma que consiste en la equivocación de las voces. Consiste la equivocación en varias cosas que ya hemos insinuado; pero la más común es cuando una voz significa cosas distintas; de modo, que el silogismo tiene cuatro términos. El silogismo tiene cuatro términos, cuando el medio tiene una significación en la mayor y diferente en la menor, o cuando los términos de la conclusión no se toman en el mismo sentido que en las premisas. Cuenta Aulo Gelio, que un Sofista le propuso a Diógenes un silogismo de esta clase (a : Aul. Gell. Noct. Attic. lib. 18. cap. 13. ) y que respondió concediendo las premisas, y en llegando a la conclusión dijo, que la concedería si mudaba los términos, y empezaba por él mismo. Decíale el Sofista: Vos no sois lo que yo soy: yo soy hombre: luego vos no sois hombre; y dijo Diógenes, concederé todo el silogismo si me arguyes de esta manera: Yo no soy lo que tú eres: tú eres hombre: luego yo no soy hombre. También tiene cuatro términos este silogismo: Si diciendo la verdad dices yo miento, mientes: cuando dices la verdad dices yo miento: luego diciendo la verdad, mientes. Cicerón llamó a este sofisma el Mentiroso, y lo es por la equivocación de las voces, porque en la mayor las palabras yo miento, significan aquello sobre que recae la mentira, y en la menor significan la misma proposición que dice yo miento. Semejante a este es el sofisma que algunos llamaron Crocodilo, y tomó el nombre de esta fábula. Estaba una mujer junto a las riberas del Nilo, y un Crocodilo (Cocodrilo) le hurtó un niño que llevaba. Rogábale la mujer que le volviese el niño, y el Crocodilo dijo que se lo volvería con la condición de que había de decir verdad. Admitió la mujer la condición, y dijo: No me lo volverás. Acudió luego el Crocodilo diciendo, que sea verdadero que sea falso lo que has dicho, no te vuelvo el niño. Porque si es falso, no has cumplido la condición, y si es verdadero, como lo he de volver, cuando solamente puedes haber dicho verdad, no volviéndolo. La mujer replicó, que sea verdadero que sea falso lo que he dicho, has de volverme el niño, porque si es verdadero, has de cumplir la condición, y si es falso, me lo has de volver para que lo sea. Los Filósofos antiguos fueron muy diestros en formar semejantes sofismas. Cuenta Laercio, que Eubulides inventó siete maneras de sofismas, que se llaman el mentiroso, oculto, electro, encubierto, sorites, cornuto, y calvo, de los cuales hace mención Cicerón en algunos lugares, y todos consisten en la equivocación de las voces. Pero es de advertir, que semejantes sofismas no pueden engañar sino a los muy estultos, y por eso los omitimos.