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domingo, 17 de octubre de 2021

Capítulo XII. Del Raciocinio.

Capítulo XII.

Del Raciocinio.

30 Entre las nociones compuestas la más principal, y a que se enderezan todas las otras es el raciocinio, acto del ingenio y potencia combinatoria, pues en él se juntan muchas proposiciones para formar una con el fin de descubrir las cosas. Ejecútase el raciocinio por inducción, ejemplo, entymema, silogismo. Llámase inducción la manifestación de un universal por la enumeración de todos los particulares. Este cisne es blanco, también lo es este, y así de los demás: luego todo cisne es blanco. Decía Horacio: el que no ha gobernado la nave se abstiene de hacerlo: el que no es Médico no se atreve a dar medicinas, &c. luego los que no son peritos en las cosas no las han de gobernar (c).

(c) Navem agere ignarus navis timet; abrotonum aegro Non audet, nisi qui didicit, dare. Quod medicorum est, Promittunt medici. Tractant fabrilia fabri. Horat. Epist. Lib.2.epist.I.vers.114.
Son innumerables los errores que se cometen en las Ciencias, especialmente en la Física, por el mal uso de las inducciones; pues sin hacer bien la enumeración de los particulares, se sientan máximas universales, que solo son ciertas cuando estas incluyen a aquellos sin faltar ninguno. Un Médico
da una medicina para quitar una enfermedad, la repite otra vez, y logra la curación. Forma por inducción una máxima general falsísima, creyendo que la tal medicina es remedio cierto para semejante dolencia. Así continuando en hacerla común, queda muchas veces burlado. En el trato civil sucede lo mismo. Ven a uno que un día entra en una casa, y lo repite otro día, y sin más examen pronuncian: Fulano va todos los días a tal casa, u hace tal cosa &c. Es menester mucha reserva, gran exactitud, suma diligencia para no engañarse con las inducciones. Esto consiste en que en este raciocinio procede el entendimiento de las partes al todo; y así como para formar el género de las definiciones es necesario saber todos los particulares, que debajo de él se comprehenden, del mismo modo es preciso para hacer una buena inducción: y es de notar, que esta suerte de argumento, si se hace debidamente en las cosas físicas, es de suma importancia para las nociones lógicas universales. Bacon de Verulamio trató de la necesidad y utilidad de las inducciones para la Física en el capítulo segundo del libro quinto De augmentis scientiarum, y lo repitió en los aforismos trece y catorce del primer libro de su Novum organum, alabando en ambas partes la inducción, y vituperando los silogismos; mas siendo cierto, que no hay inducción ninguna que no se pueda reducir a silogismo, se echa de ver que a este insigne Escritor le hizo falta aquí, como en otras muchas cosas, la seria lectura de Aristóteles.

31 El ejemplo que en las Escuelas llaman paridad, es un raciocinio con que descubrimos una cosa por la similitud de otra: Una piedra, un bronce, con el continuo ludir se amolda y se suaviza: luego un muchacho, por duro y áspero que sea, con la educación y la cultura se amansa y endulza. Este modo de raciocinar es muy expuesto al error, porque con dificultad se encontrarán dos cosas tan del todo semejantes que no se diferencien en algo; por eso en rigor lógico esta suerte de prueba debe examinarse mucho, porque engaña con las apariencias con que dos cosas se semejan, siendo en lo interior distintísimas. Toda la prueba, y convencimiento de las historias se se funda en el ejemplo, pudiendo en nuestros tiempos suceder lo que en los pasados. Así que para usar de este raciocinio con acierto conviene comparar las cosas, mirar en qué se parecen, y en qué disienten, ver los efectos que resultaron, y se pueden esperar de aquello en que se conforman, y no omitir circunstancia ninguna de las que pueden hacer del todo semejantes, o solo en algo parecidos los casos. Por faltar este examen Lógico a los Casuistas, que no usan por lo común de otra prueba que del ejemplo, cometen tantas faltas en la enseñanza de la Moral. Lo mismo sucede a los Políticos, puesto que no hay dos casos del todo semejantes en los sucesos humanos. Lo que conviene, así en la Moral como en la Política, es instruirse bien en las máximas fundamentales de estas Ciencias, y procurar aplicarlas con acierto a los casos particulares, y los ejemplos mirarlos como hechos que ayudan a hacer con firmeza semejante aplicación. Todavía debe aclararse más este importante asunto. Todos los entes tienen predicados comunes y singulares. En los comunes se parecen, y se diferencian en los otros. Cuando en lo físico examinamos las cosas, y vemos en ellas los atributos comunes, las colocamos bajo una clase; y este conocimiento, si se hace con exactitud, nos asegura del ser y propiedades de los entes, y sirve la inteligencia de unos para los demás que gozan iguales atributos. La singularidad que hay en cada cosa no es transcendental a otras, y por eso de los meramente singulares no puede haber ciencia, sino solo observación, esto es, conocimiento que dimana de determinada aplicación de los sentidos. Así que para que la Física y la Historia sean útiles, y den reglas seguras, es menester en su estudio ver atentamente las cosas, notar los atributos comunes y propios de cada una, examinar el origen, progresos y términos que tienen, advertir sus operaciones, sus resultas, sus movimientos, &c. Y cuando dos cosas, aunque en sí mismas singulares, se convienen en todo lo que hemos propuesto, se podrá juzgar de una por la similitud de la otra, y se podrá decir que se gobierna entonces el entendimiento por un conocimiento seguro. Por faltar en los que se llaman Físicos experimentales muchas de estas advertencias, se quejaba el P. Mallebranche del poco mérito de los que suelen hacer, como dicen ellos, experiencias (a). Cuando el hombre averigua así las cosas se vale de las inducciones para colocarlas en las clases generales, y así se dan la mano las nociones del entendimiento, y se ayudan mutuamente cuando se gobiernan con buen orden. Haré esto más patente con ejemplos. En lo físico se observa, que un árbol echa su flor con la venida del Sol, y se le caen las hojas con la ausencia: esto mismo se ve en los demás constantemente, y de estos ejemplos por inducción se concluye, que el Sol influye en la generación y corrupción de los árboles. Se ve, no una vez sola, sino innumerables, que la Luna y los demás Planetas, además de nacer, y ponerse todos los días, caminan por sí de Poniente a Levante, guardando cada uno ciertas reglas: y de la repetición de veces que esto se observa, como que cada vez que se ve es un ejemplo, se concluye que los Planetas ejercitan dos movimientos, uno común de Levante a Poniente, y otro propio de Poniente a Levante. Así decía bien Manilio, que el ejemplo mostró el camino a los hombres para formar las reglas fijas de la Astronomía (b). En lo Moral se ve que Ticio tiene inclinación a la superioridad, también la tienen Ariston, y Eudoxo, y así los demás. Conclúyese de estos ejemplos, que este apetito es general en la naturaleza del hombre. En lo Médico se observa, que el dolor de costado, que uno padeció, traía consigo cinco cosas; es a saber, calentura fuerte, tos, dificultad de respirar, pulso duro, y dolor punzante en algún lado: esto mismo se vio en otro, y constantemente en todos los que fueron molestados de esta dolencia. Conclúyese de estos ejemplos por la inducción, la máxima experimental, que todo dolor de costado ha de llevar precisamente estos males consigo. Si los Médicos observan atentamente, verán que de cada una de las enfermedades podrán formar máximas generales para su conocimiento tan ciertas como esta, puesto que todas tienen caracteres propios tan fijos como el dolor de costado tiene los suyos.

(a) Recherch. de la verit. liv. 2. p. 2. chap. 8. tom. I, pág. 447.
(b) Per varios usus artem experientia fecit, Exemplo monstrante viam. Manil. Astronom. lib. I. v.58. y sig.

Caminando por estas reglas lógicas, y gobernando los antiguos sus nociones por ellas, nos han dejado sentados los principios fundamentales de todas las Artes y Ciencias; pues no son otra cosa que nociones comunes y universales sacadas de ejemplos particulares, y juntas por la inducción para formar máximas adaptables a los singulares de donde proceden.

32 Enthimema es un raciocinio corto de dos solas proposiciones expresas (aunque es fácil reducirlo a tres), entre las cuales la una es antecedente, y la otra se sigue de ella, como el Sol ha salido: luego es de día. Esto es lo que comúnmente se enseña del entimema; bien que otras significaciones le dieron los antiguos, que pueden verse en Facciolato, Escritor pulido y sólido que trató de propósito este asunto (a).


33 Dilema es un raciocinio que en su antecedente tiene dos partes, y con cada una puede incomodar al contrario. Cuenta Aulo Gellio (b), que un joven rico, llamado Evathlo, queriendo tomar lecciones de orar con
Protagoras, le ofreció mucho dinero, y le dio la mitad de lo tratado al empezar la enseñanza, ofreciendo pagar lo restante el día que llegase a defender una causa ante los Jueces, y la ganase. Mas retardando Evathlo la ejecución, Protágoras le movió un pleyto, y habló en su favor a los Jueces con este dilema: “Ya sea que te den, Evathlo, sentencia en favor, ya en contra, me has de pagar la deuda: porque si pierdes el pleyto, la pagarás por la sentencia: si lo ganas, la pagarás por lo tratado; pues has ofrecido pagarme el día que defiendas un pleito y le ganes."
Replicó Evathlo: “Ya, gane yo el pleyto, o le pierda, no he de pagarte: porque si tengo sentencia en favor, quedo exento: si la tengo en contra, no se ha cumplido el pacto de pagarte cuando ganase el pleito." A esta especie de reconvenciones llaman los Griegos Antistrephon, los Latinos reciprocum argumentum: en las Escuelas lo usan mucho, no sólo en los dilemas, sino en otras maneras de raciocinios, y los llaman retortiones del verbo retorqueo.
(a) Facciolat. Acroas. I. p. I. y sig.
(b) Gell. Lib.5.cap.10. Pág. 170.

Engañan mucho esta suerte de argumentos, porque entre los dos extremos del dilema suele haber medios, y tal vez faltan más extremos, o de los señalados no salen en todo rigor las consecuencias que se proponen. Mas pudiéndose reducir los propuestos raciocinios a silogismos, que son la más universal manera de raciocinar, puesto que debajo de sí contienen toda suerte de argumentos, se hará lo dicho más patente con lo que vamos a explicar.

34 silogismo es: "una noción mental compuesta de tres proposiciones juntas, de modo que sentadas las dos primeras, la otra aunque contiene cosa distinta se sigue de ellas por necesidad: “Todo viviente es sensitivo: todo hombre es viviente: luego todo hombre es sensitivo. La primera proposición se llama mayor, la segunda menor, y ambas premisas, la tercera consiguiente o conclusión; y la consecuencia que denota la noción con que el entendimiento conoce el enlace y conexión necesaria del consiguiente con las premisas, se significa con la partícula luego. En todo silogismo ha de haber tres términos y no más: es a saber, el extremo menor, que es el sujeto del consiguiente: el extremo mayor, que es el predicado, y el medio, que es por donde se juntan los otros, y este nunca entra en la conclusión; y entre las premisas en rigor es la mayor la que contiene el mayor extremo, aunque en el orden de la colocación esté primero la otra. La vida es un bien: todo bien es apetecible: luego la vida es apetecible. Aquí la mayor es la segunda proposición, porque contiene el mayor extremo, y fácilmente se puede mudar la colocación en esta forma: Todo bien es apetecible: la vida es un bien: luego la vida es apetecible. No siempre se guarda este orden en las disputas de las Escuelas, pero conviene que se entienda para conocer el artificio lógico de los silogismos.

35 Toda la fuerza de los raciocinios silogísticos se toma de dos fuentes: la una es, el decirse o negarse una cosa de todos (en las Escuelas tomándolo de Aristóteles, dici de omni, dici de nullo): la otra, que siendo dos cosas una misma con un tercero, es preciso que sean unas mismas entre sí, y al contrario (Quae sunt eadem uni tertio sunt eadem inter se & vice versa). Como el entendimiento con buena lógica forma el todo universal de que hemos hablado antes, cuando quiere averiguar si una cosa le conviene o no a otra, procura ver si está contenida en la razón general, de modo que el sujeto que hace el menor extremo esté contenido en el extremo mayor, que es el predicado; y así se convence concluyendo, que la cosa es como en el consiguiente del silogismo se propone. Todo hombre es corruptible: Ticio es hombre : luego Ticio es corruptible. Aquí lo corruptible hace un todo lógico, y se prueba que en él se incluye Ticio, porque se ha probado que es hombre y todo hombre es corruptible. La otra fuente de la fuerza de los silogismos se descubre en los de predicado singular: Eudoxo es ingenioso : este hombre es Eudoxo : luego este hombre es ingenioso. Aquí se convence lo ingenioso en este determinado hombre, porque los dos están juntos en un tercero, que es Eudoxo. Tito Livio no es Cicerón: este hombre es Tito Livio: luego este hombre no es Cicerón. Los dos extremos de este determinado hombre y Cicerón no se pueden juntar, porque no se pueden unir con Tito Livio, que es el medio. A la verdad este principio de la fuerza de los silogismos también se extiende al otro que hemos explicado; pero para mayor inteligencia de estas cosas conviene tener presentes los dos.


36 Para el buen manejo de los silogismos ha inventado el Arte las figuras, y los modos. Llámase figura la debida conexión y atadura del medio con los dos extremos. Modo es la proporcionada y recta colocación de las proposiciones. Estas cosas se enseñan difusamente a los muchachos en las Escuelas, y es lo que en ellas se suele tratar en las Súmulas, con más fundamento. Los antiguos. por lo común fueron más prolijos de lo que requería este asunto: los modernos, tomando el extremo contrario, como acostumbran, lo miran todo como inútil. Los que quieren enterarse de la verdad, con todo fundamento, ni se entregarán a tanta delicadeza, como en esto gastan los Escolásticos, ni desechan como vano este artificio Aristotélico. Es cierto que la fuerza de raciocinar reside en la potencia mental combinatoria, y es el raciocinio el acto más noble de ella. Con su ejercicio descubre, averigua, junta, compone, o descompone las cosas entre sí según les corresponde. El Arte siguiendo la naturaleza ha ordenado, dispuesto, y enlazado las nociones de manera, que ha dado pulidez, claridad, orden, y facilidad admirable a la formación de los silogismos, y quien quiera que vea el artificio con que Aristóteles ha dispuesto todas estas cosas, habrá de confesar, si tiene candor, que la obra de este Filósofo es una de las mayores, y más sublimes del entendimiento humano. Dice Lock, extendiéndose (a : Lock Essai Philosoph. del ent. lib. 4. cap. 17. §. 4. y sig. pág. 559.) mucho en esto, y con él otros modernos, que es ocioso, y que no ayuda al entendimiento en el buen modo de pensar, el disponer los argumentos por silogismos, puesto que se hallan muchos que sin ellos raciocinan, y concluyen los asuntos que tratan con claridad y perfección. De aquí deducen, que el método de las Escuelas es importuno, inútil y enfadoso, asegurando que fuera mejor tratar las Ciencias con discursos seguidos, que con disputas Escolásticas. No apruebo yo todo lo que hacen las Escuelas en punto de silogizar, porque veo bien que se cometen excesos dignos de enmendarse. Tampoco alabo los Escritores pesados, que siguiendo este estilo, todo lo reducen a silogismos, porque fatigan el entendimiento, y le indisponen a poner la atención necesaria para enterarse del asunto; pero no tengo por inútil ni vano el Arte de silogizar, y el conocimiento de sus reglas, antes por el contrario en quien le pueda aprender sin gran fatiga le considero útil, y en algunas ocasiones necesario. Mucho antes que Lock y sus precursores trató esto mismo nuestro Sánchez Brocense (b : Organ. Dialect. lib. 3. tom. I. pág. 430. y sig.), y probó con admirables ejemplos de Terencio y otros Escritores de la pura latinidad, cuán agradable y convincente es ocultar el Arte, y mostrar las cosas con silogismos encubiertos, que este mismo Autor desembaraza, para que los Dialécticos los vean con sus modos y figuras. Cierto que sería en las Escuelas muy útil a la juventud, así para mayor perfección en el Latín, como para introducir el buen gusto de la Dialéctica, enseñar el Arte de silogizar del modo que lo hace este sabio y discreto Español, pues ninguno hasta aquí en esta parte lo ha hecho mejor. En los ejercicios de la Retórica del trato civil, de los Tribunales, de la política, se deben usar discursos seguidos, los cuales, aunque en sus pruebas encierran muchos silogismos, pero están encubiertos, y tanto más apreciable es el Arte de las arengas, cuanto es más oculto el artificio de los raciocinios. Mas en las Escuelas, y en los Estudios privados conviene mucho practicar los silogismos, porque con ellos se hacen patentes a un tiempo las pruebas sólidas, y los embrollos: se descubre lo sólido y concluyente, y lo superficial y falso. En la Universidad de Valencia se guarda en esto una costumbre digna de ser recibida de las demás Escuelas. El que arguye pone silogismos hasta que ha manifestado su dificultad, y hecho esto, resume todo su argumento silogístico en un discurso seguido. El que defiende hace lo mismo, porque primero responde a los silogismos según la forma Escolástica, y luego hace una recapitulación de todo el argumento, como una arenga, en la cual satisface a la dificultad que se le ha propuesto. El que esté versado en el Arte de silogizar conoce la utilidad que le resulta, cuando reduce a silogismos un asunto en que le importa averiguar si sus pruebas son conformes con los principios fundamentales del juicio; pues esto de silogismo en silogismo se viene a descubrir con perfección, y por este camino queda el entendimiento asegurado de la verdad. Convencido de esto Leibnitz usó muchas veces del método silogístico para impugnar a los Materialistas, y probar la inmortalidad del alma, para defender la verdad católica del Sacrosanto Misterio de la Trinidad, y para declarar en un Apéndice por varios silogismos los principales puntos que estableció en su discurso seguido de la Theodicea (a).

(a) Todas estas piezas dignas de leerse se hallan en el tom. I. de las obras

de Leibnitz pág. 5. 10. y 404. de la edic. de Gineb. de 1768.

Heineccio, después de haber explicado las figuras de los silogismos y sus reglas, dice: "Estas son las reglas especiales, que sin embargo de ser vilipendiadas por los que no aman la más sólida doctrina experimentan cada día ser muy útiles los que desean alcanzar la verdad. ¿Porque cómo averiguará ninguno la verdad si no raciocina? ¿y quién podrá estar seguro de que ha raciocinado bien sin saber las reglas de los buenos raciocinios? Son pues, sólidas estas cosas, como lo son otras muchas que hoy vulgarmente causan disgusto (a)”. Wolfio tiene a los silogismos ordenados, como se usan comúnmente, por útiles para las disputas, y en algunas ocasiones por necesarios (b), impugnando a los modernos que los desprecian (c), y notando a algunos de ellos de no haber entendido sus fundamentos (d). Por comprender yo también que es conveniente en las disputas Escolásticas, y en los usos privados mantener la forma silogística, propondré las reglas ciertas que hay para conocer los que están bien formados, y concluyen por su modo y figura, sin que obste lo que dicen algunos, por no cansarse en estudiar, que los mismos que disputan hacen buenos silogismos sin atender a las reglas, y que, si a cada silogismo se hubiera de poner atención a eso, serían objeto de risa las disputas; porque cuando se forma un hábito (esto no sólo en lo racional sucede, sino también en lo corpóreo) es preciso repetir los actos con advertencia a las reglas para el acierto: formado ya el hábito, se hacen las cosas sin tal advertencia, porque la facilidad que se adquiere con el uso lo suple todo (e).

37 Primera regla: El consiguiente debe estar incluido en una de las premisas, y la otra debe manifestarlo. En este silogismo: Todo hombre es mortal: Ticio es hombre: luego Ticio es mortal, el consiguiente está incluido en la universal: Todo hombre es mortal, y la proposición Ticio es hombre, sirve para hacerlo manifiesto. Esta regla es sin excepción, y la más general y segura para conocer la bondad de los silogismos. Pónela Aristóteles en sus analíticos, y los Escolásticos la explican difusamente de modo, que no hay nada más común en sus Súmulas impresas. Con todo el Autor del Arte de pensar (f) pondera la utilidad y necesidad de esta regla, y habla de ella como que la ha inventado, pues buscando una norma fija para conocer la rectitud de los silogismos sin recurrir a las reducciones de ellos, y poder fácilmente desembarazarse, la propone como que le ha venido al pensamiento (& voici ce qui en est venu dans l´esprit).

(a) Heinec. Elem. Logic, part. I. cap. 2. prop. 82. in not.

(b) Wolf. Logic. part. 2. sect. 4. cap. 4. §. 1094.

(c) Wolf. Logic. part. 2. sect. I. cap. 2. §. 560.
(d) Ibid. part. I. sect. 3. cap. I. §. 353.

(e) Esto conviene advertir para no hacer caso de lo que contra el uso silogístico pronuncia en tono de oráculo y de burla el célebre Vernei o Barbadiño. De re logica, lib. 2. cap. 7. pág. 63.

(f) Part. 3. cap. 10. pág. 308.


38 Regla segunda: De premisas verdaderas precisamente ha de salir consiguiente verdadero, de premisas falsas consiguiente falso. Esta regla consta, porque debiendo el consiguiente estar incluido en las premisas, si estas son verdaderas debe ser verdadero, y si son falsas falso: ni es otra cosa la consecuencia, sino la necesaria conexión con que el consiguiente está embebido en los antecedentes; y no pudiendo una misma proposición ser verdadera y falsa, tampoco podrá ser falso un consiguiente que está comprehendido en premisas verdaderas, y al contrario. Añádese, que dos verdades no pueden ser opuestas, porque una de ellas dejará de serlo por aquel principio de luz natural: cada cosa es, o no es; con que es preciso que lo que es verdad en los antecedentes, lo sea también en el consiguiente legítimamente deducido de ellos. Objétase contra esta regla, que por silogismos bien hechos sale un consiguiente verdadero de premisas falsas, de lo cual trae Aristóteles muchos ejemplos en el libro primero de los Analíticos. Todo animal es piedra, ningún hombre es animal, luego ningún hombre es piedra. Este consiguiente es verdadero, y se deduce de premisas falsas. Se responde, que el consiguiente es verdadero por sí, esto es, por la materia, o asunto de que se compone; mas no por la disposición y forma del silogismo, porque no está incluido en ninguna de las premisas, y así falta el argumento a la primera regla. Múdese el asunto y materia, de necesaria como es en el silogismo propuesto, en otra contingente, y con la misma coordinación no saldrá el consiguiente verdadero, como se ve en este: Todo viviente es vino, todo licor es viviente, luego todo licor es vino. En las Escuelas dicen bien, que del imposible cualquier cosa se deduce; y si se concedieran las premisas, era precisa la consecuencia. Se entenderá esto mejor considerando, que en el silogismo para alcanzar la verdad concurren dos potencias mentales, el ingenio, y el juicio. El ingenio combina las nociones, las descubre, y ordena para deducir una cosa de otra: el juicio conoce y ve si las nociones se conforman o no con las cosas. Cuando un silogismo está bien ordenado según las combinaciones del ingenio, y no es conforme su contenido a lo que requiere el juicio, entonces es una cosa puramente mental, como otras muchas de la potencia combinativa, y puede llamarse ente de razón, esto es, cosa que sólo existe en el entendimiento, según suele fabricarlas esta potencia; pero si al buen orden que el ingenio da a las nociones en el silogismo se añade la confirmación del juicio, en tal caso concluye y deja satisfecho de la verdad al entendimiento. En los dos silogismos propuestos, y otros muchos que se pueden hacer a este modo, las premisas son puramente mentales, y sólo existen en el entendimiento; con que los consiguientes si la materia es necesaria se verificarán por sí mismos; y si es contingente, saldrán tan falsos como los antecedentes. Por eso en las Escuelas se conceden, o niegan las premisas antes de llegar al consiguiente, pues siendo verdaderas, si el silogismo es bueno ha de ser verdadero el consiguiente, y si son falsas falso. Síguese de lo dicho, que no puede tener lugar en los argumentos escolásticos lo que aconseja Feyjoó, de que el respondiente, cuando no está asegurado de la verdad, o falsedad de las proposiciones del arguyente, en lugar de conceder, o negar diga, que duda, pues no está obligado a más por las leyes de la veracidad (a), porque si duda de las proposiciones que le oponen como contrarias, a su thesis, o conclusión deberá también dudar de esta, o a lo menos se entenderá que no está firme en ella, puesto que hay proposiciones que de cerca, o de lejos la destruyen, y dudando de ellas, es preciso que esté dudoso de la conexión, o inconexión que entre sí tienen, y por consiguiente lo esté también de la firmeza de lo que defiende.

(a) Feyjoó Teatr. Critic. tom. 8. disc. I. §. 6. pág, II.

39 Regla tercera: En ningún silogismo ha de haber más que tres términos, porque como se ha de afirmar, o negar la identidad de los extremos por la que tienen con el medio, si los términos son más de tres no vale la prueba, ni puede ya fundarse en el principio: las cosas que son una misma con una tercera son unas mismas entre sí. Gran cuidado se ha de poner en los silogismos de proposiciones exclusivas, de términos compuestos, y otros tales en examinar bien los extremos, y el medio, porque fácilmente son más de tres, y por eso no concluyen. Desembarazándolos conviene ver, si los términos son unos mismos, e invariables con las mismas propiedades, ampliaciones, restricciones &c. porque una variación, que no aparece a primera vista, hace defectuoso el argumento.


40 Regla cuarta: Una de las premisas a lo menos ha de ser universal; porque así se verifica, dici de omni, dici de nullo: y no haciéndolo así, con dos particulares se multiplica el medio, y salen más de tres términos. Trae esto también el inconveniente, que pudiendo ser diverso el medio, no puede hacerse la identidad del sujeto, y predicado del modo que se requiere para probarla por su unión con un tercero. Una substancia es piedra: un animal es substancia: luego un animal es piedra. En este silogismo el medio substancia significa una cosa en la mayor, que es la determinada materia, y otra en la menor, que es la determinada substancia del animal, y por esta variación no concluye. También es defectuoso el silogismo, en cuya conclusión alguno de los términos es más universal que en las premisas, puesto que de particulares no se puede colegir universal. Todo animal es sensitivo: todo animal es substancia: luego toda substancia es sensitiva. La voz substancia en la menor se toma por cosa determinada, y en la conclusión por común a todo lo que es sustancia.

41 Regla quinta: Una de las premisas a lo menos debe ser afirmativa, porque si las dos son negativas, ni unen los extremos con el medio, ni los separan por el medio, sino del medio. Hay algunos silogismos de términos infinitos, que concluyen con dos premisas, al parecer negativas; pero desentrañando las proposiciones se hallará que una de ellas equivale a afirmativa. Ningún animal es piedra: ningún hombre es cosa distinta del animal: luego ningún hombre es piedra. Bien se ve que la menor equivale a esta afirmativa: todo hombre es animal. Otras reglas, como que el medio no ha de entrar en la conclusión; que, si hay particular, o negativa en las premisas, el consiguiente debe serlo; porque como dicen los Escolásticos la conclusión sigue la parte más débil; y otras a este modo son tan llanas, que sin estudio, con un poco de advertencia las conoce cualquiera. Siendo, pues, tan primoroso el artificio de los silogismos, no hay que extrañar, que en tantos y tan diversos como se proponen en las funciones públicas de las Escuelas, haya muchos defectuosos, que no siendo fácil desenvolverlos con el calor de la disputa, sean motivo de embrollos y dificultades, que ofuscan la verdad. Todas estas reglas propuestas y explicadas con admirables ejemplos y advertencias por Aristóteles en el libro primero de los Analíticos las comprendieron prácticamente los Escolásticos en la formación de los silogismos por las voces inventadas de estos versos:

Barbara, Celarent, Darii, Ferio, Baralipton.

Celantes, Dabitis, Fapesmo, Frisesomorum.

Cesare, Camestres, Festino, Baroco, Darapti.

Felapton, Disamis, Datisi, Bocardo, Ferison.

Aunque las palabras son bárbaras, pero son a propósito para el fin a que se enderezan. Cada una de ellas significa un modo de silogismo concluyente, y cada letra vocal una proposición, de manera, que la A denota universal afirmativa, la E universal negativa, la I particular afirmante, la O particular negante. Por ejemplo, en Barbara las tres proposiciones corresponden a la A: con que el silogismo ha de constar de tres universales afirmativas. Todo animal es viviente, todo hombre es animal, luego todo hombre es viviente.
En Celarent ha de ser la mayor universal negativa por la E, la menor universal afirmativa por la A, y la conclusión universal negativa. Ninguna planta es animal, todo árbol es planta, luego ningún árbol es animal. A este modo se forman fácilmente en las demás palabras, y en todas concluyen, porque en todas se encierran las reglas que pertenecen al modo de formar los silogismos.