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miércoles, 5 de mayo de 2021

LIBRO PRIMERO. 6-10

Capítulo VI.

De las nociones mentales simples.

14 Llamamos nociones (voz bastantemente introducida en nuestra lengua) los actos de cualquiera potencia mental, con que el entendimiento conoce las cosas. Si comprehende, pues un objeto con una sola noción, esta se llama simple, como lo es la percepción que llaman aprehension en las Escuelas. Todas las nociones simples conocen, o la cosa que existe por sí sin necesitar de otra, como la substancia: o la que no puede estar sin otra a quien se arrima, como la adherente (algunos la llaman accidente): o la que incluye juntas las dos, es a saber, accidente y substancia. El Agua, el Fuego, la Tierra, el Ayre, los Cielos, los Planetas, los Cuerpos terrestres, son substancias que existen por sí y las conocemos como tales por las simples nociones que de cada una tenemos: los colores, los sabores, el frío y el calor, la extensión e impenetrabilidad, y otros seres semejantes, nunca existen por sí solos sino adherentes, o arrimados a las substancias. Todos los entes corpóreos (corpereos) del Universo se componen a un tiempo de substancia y accidentes, y como tales los conocemos con simples nociones, pues por una sola percepción los representamos en la mente. Importa mucho separar las nociones de cada cosa, no confundirlas, ni atribuir a una lo que es de otra, para averiguar en cada una de ellas su naturaleza, efectos y propiedades.

15 Las nociones simples, unas son universales, otras singulares, otras medias. Todas las cosas en sí mismas, o, como en las Escuelas con su bárbaro estilo dicen, à parte rei, son singulares; pero como cada una tiene un atributo, que es común con otras, el entendimiento suele mirarlas por el lado solo en que se semejan, y con una noción las comprende todas. Esta noción se llama universal, y comúnmente se dice hecha por abstracción, porque la mente de muchas cosas del objeto no conoce entonces más que una, abstrayéndola, como que la mira separada de las demás. El modo de abstraer es este: formase en la fantasía la imagen de lo viviente y sensitivo (que llamamos animal) todas las veces que ve estas cosas en los entes singulares, ya sean hombres, ya bestias, ya sabandijas, &c. la memoria renueva en confuso estas imágenes, cada vez que se presenta una sola, por la necesaria conexión que unas tienen con otras: estas potencias tienen entonces, sin transcender a más, la noción de animal, con la que miran no un solo individuo singular, sino todos los que forman y excitan aquella misma representación; y siendo muchos, la noción es universal. La noción singular no necesita de explicación, pues por ella conocemos cada cosa en particular. Las nociones singulares anteceden, como hemos dicho, a las universales; y para que estas sean exactas es menester adquirir aquellas con el mayor cuidado, a fin de asegurarse de manera, que la noción mental sea enteramente conforme a la cosa que mira como objeto. Las nociones medias son aquellas, que ni representan los singulares, ni son universales, sino excluyendo tácitamente a ambos, participan de las dos, como cuando decimos: algún hombre, pues con esta noción ni comprendemos todos los hombres, ni a uno solo. Esto lo hace el entendimiento cuando no ve en el objeto lo singular, ni descubre en él mismo los atributos universales.

16 A las nociones simples pertenecen los predicamentos (en Griego se llaman *gr, Cathegoriae) que comúnmente se tienen por diez, es a saber, la substancia, o el ser que por sí subsiste: la cantidad, o medida de la cosa: la cualidad, o aquello por donde la cosa se tiene por tal o tal, como blanco, negro, &c: la relación, o la referencia que dice una cosa con otra: la acción, o el acto con que obran las causas: la afección, o pasión, que es lo que sufre una cosa por la acción de otra: la ubicación, esto es, la ocupación de lugar: el cuándo, o en qué tiempo: la situación, o modo de estar: el hábito, o forma exterior. A las nociones simples pertenecen también los predicables. Llaman así los Filósofos ciertas nociones comunes, que pueden adaptarse, según convenga, a cada uno de los predicamentos: de modo, que el predicamento es la cosa que puede decirse de otra, y el predicable es la clase en que se coloca el predicamento, y encierra la manera con que este se puede más bien explicar, y entender. Los predicables son cinco, es a saber, género, o la parte esencial de una cosa más común a otras, como cuando de Ticio decimos, que es animal; pues en esto explicamos una porción de su ser común a otras cosas distintas de Ticio: Especie, o la clase inmediatamente contenida debajo del género, como en Ticio el ser hombre; pues en otra clase de animal están las bestias, por donde el género animal encierra las dos especies: Diferencia que es la parte propia y peculiar de la esencia de una cosa, por la cual la noción universal del género se contrae a una determinada especie, como es en Ticio el ser racional; pues con esto se determina no ser como quiera animal, sino animal racional: Propio, que es una cosa necesariamente conexa con la esencia, como que dimana de ella, y no se puede separar así el poder reírse y admirarse es propio del hombre: Accidente es una cosa que puede estar, o no estar en otra sin perjudicar a la esencia de ella, como el vestir en el hombre. En los predicamentos y predicables hemos tenido la mira de explicarlos, según pertenecen a la Lógica, en cuanto son nociones universales, con que el entendimiento conoce lo que es común en las cosas, y halla así el modo fácil de colocarlas en ciertas clases, para difinirlas con exactitud, dividirlas sin confusión, y argumentar con claridad. El examinar a fondo el ser y calidades de los predicamentos, según se hallan en las cosas, pertenece a la Física y Metafísica; y cierto que en estas Ciencias no adelantará mucho el que en el examen de los objetos de ellas no lleve por delante estas nociones Lógicas; sin que deba apartarnos del conocimiento y uso recto de ellas lo que trae el Arte de pensar con razones muy frívolas, solo por oponerse a Aristóteles (a). (a) Part. I. cap. 3. pag. 57. y sig.

Capítulo VII.

De las nociones mentales combinadas.

17 Los nombres con que los Griegos, los Latinos, y los Dialécticos de las Escuelas nombran las nociones combinadas, quedan ya explicados. Usaremos aquí del vocablo Proposición, que es hoy el más recibido. En las proposiciones aquella cosa de quien se dice algo se llama sujeto: lo que de ella se dice se llama predicado, o atributo. El medio con que se juntan, o se separan el sujeto y predicado lo llaman cópula. Aunque en todo rigor los tres se pueden llamar nombres; pero el común de los Dialécticos llama así al sujeto y predicado, y a la cópula verbo. El sujeto y predicado de las proposiciones se llaman términos, voz tomada de los Geómetras, porque son los extremos de las proposiciones. Así que en esta proposición Ticio es hombre, Ticio es el sujeto, porque de él se dice ser hombre: este es el predicado, porque es lo que se dice de Ticio, y el verbo es, que junta el atributo de hombre con Ticio, es la cópula. Cualquiera que sea el verbo se puede reducir a este, como si decimos Ticio cuida, ama, estudia, &c. equivale a Ticio es cuidadoso, amante, estudioso &c. Si nos acomodamos al orden natural, en toda proposición pone el entendimiento antes que todo al sujeto, después el verbo y luego al predicado, y quien quiera que así se explica, usa el modo más simple y más perfecto que hay de hablar de las cosas. Las transposiciones, que en varias lenguas se han introducido, son artificiosas, y por agradables que sean, siempre son confusas, porque son contra el modo natural de las nociones mentales; de suerte que para entenderlas se ve obligado el entendimiento a colocarlas en su natural constitución: el dinero ama Ticio, por el modo simple, dirá Ticio ama el dinero. Fue de Ticio criado, debe decir, fue criado de Ticio. Los verdaderos Filósofos cuidan mucho de hacer así las proposiciones, de suerte, que cuanto mayor es la simplicidad natural, tanto más inteligible es Io que se dice y más perfecto, porque es más conforme a la naturaleza.

18 En las Escuelas es inmensa la confusión que se ha introducido en la explicación de los términos de las proposiciones, y en las varias divisiones de ellas con tantas y tan inútiles explicaciones, que han obligado a Vives a decir: que son más a propósito para jugar que para hablar, siendo infinitas las que hay en sus libros, y imposible el referirlas todas (a: Lud. Viv. de Caus. corrup. art. lib. 3. p. 387. ed. de Basilea de 1555.).
Melchor Cano, tomándolo de Vives como acostumbra, dice: No entiendo con qué motivo algunos hombres doctos con el título de Dialéctica han introducido en las Escuelas las proposiciones exponibles, obligaciones, insolubles, reflexivas, y otras monstruosas a este modo (b: Cano de Loc. Theolog. lib.9. c. I. pág. 288.

). Estos dos insignes Españoles han mostrado por extenso los defectos de la Lógica de las Escuelas, en especial Luis Vives; y quien los lea conocerá, que han ido delante de los modernos, que se precian de ser los reformadores de las Artes; y conviene advertir, que el Arte de pensar, y el que le sigue los pasos Luis Antonio Vernei, conocido por el Barbadiño en sus Lógicas son en este asunto tan prolijos como los Escolásticos, y los andan siguiendo en la explicación de las diferencias de las proposiciones, aunque descontentos de su Dialéctica. Para proceder en esto con claridad sin faltar a lo preciso conviene saber, que las proposiciones se diferencian entre sí, o por los términos de ellas, o por el verbo. Debe cualquiera, si no quiere ser engañado, poner atención en el sujeto y predicado, si son simples, o compuestos. Son simples en esta proposición: Ticio es hombre. Son compuestos en esta: Ticio que es sabio entiende la Lógica más pura. Visto es que el sujeto de esta última encierra a Ticio y la proposición que es sabio: y el predicado contiene la Lógica que es más pura que todas. Si el término complejo no tiene conexión precisa con lo restante de la proposición, puede ser falso, sin que la proposición lo sea. Eumenio hombre discreto sabe montar a caballo. Esta proposición puede ser verdadera, aunque Eumenio no sea discreto. Son infinitas las maneras de hablar que en el trato civil y en los libros se hallan semejantes a esta, en que se dejan en los términos, supuestas algunas proposiciones incidentes como seguras, que no lo son. Si el supuesto que se contiene en el sujeto, o predicado, tiene conexión necesaria con lo que se afirma, o niega, entonces según él es, será la verdad, o falsedad de toda la proposición. Ser el hombre piedra es imposible. Si el imposible se dijera de solo esto ser el hombre, fuera falsa la proposición; pero recayendo la imposibilidad sobre todo el complejo ser el hombre piedra es verdadera. Así que siempre que el sujeto es complejo conviene ver, si el atributo se afirma, o niega de todo él, o solo de una parte, y lo mismo se ha de hacer cuando, siendo el sujeto simple, el predicado es compuesto. El hombre que no cree en Dios es infiel. En esta proposición la infidelidad, que es et atributo, recae sobre todo el complejo del sujeto, y así es verdadera. De este modo con mediana atención conocerá cualquiera las proposiciones conjuntas por la conjunción et o y: las disjuntas, por la partícula nec o ni: las hipotéticas, o condicionales juntas por la partícula si las causales indicadas por la partícula quia, o porque: las divisas que contienen diversas proposiciones y se muestran por las partículas quamvis, et si, esto es, aunque: las relativas, que incluyen miembros que se refieren entre sí, y se suelen juntar por las partículas cuanto, tanto, como esta: tanto es Ticio sagaz cuanto estudioso: las exclusivas, exceptivas &c. las cuales se expresan por partículas, que excluyen, exceptúan, &c. En estas maneras de proposiciones, y todas las que se pueden reducir a estas, ya sea oculto el complejo, ya manifiesto, es menester descubrirlo y desembarazarlo, para que se vea la conexión que entre sí tienen el sujeto y predicado, y por ella conocer si son verdaderas, o falsas. Por razón del verbo, que junta, o separa el sujeto del predicado, son las proposiciones: necesaria, cuando los términos de ella mutuamente lo son, como el hombre es animal, y se llama necesario lo que es, y no puede ser de otro modo: contingente, cuando no son los términos entre sí necesariamente conexos, como Ticio es docto, pues se llama contingente lo que es, y puede no ser, o ser de otra manera: posible, cuando el sujeto y predicado pueden juntarse, como Eumenio es sabio, y se llama posible, lo que, dado que no sea, puede ser: por donde todo lo que es, puede ser, mas no todo lo que puede ser, es; y así es verdadero el común dicho de las Escuelas, que vale la consecuencia del actu al posse, esto es, del ser actual a lo posible, mas no del posse al actu, que es de lo posible a lo actual: imposible se dice la proposición, cuyos términos no se pueden juntar como el hombre es piedra, pues se llama imposible lo que ni es, ni puede ser. Siempre que semejantes proposiciones expresan la unión, o desunión del sujeto con el predicado por un adverbio, ú otra suerte de partículas, que se juntan al verbo, se llaman modales. Si el sujeto de las proposiciones, cualesquiera que sean, es universal la proposición toma este nombre, y se expresa con la voz omnis todo, nullus ninguno: si es particular, se llama así la proposición, y se expresa por las voces quidam cierto, aliquis alguno: si es singular será singular la proposición, y se expresa con la voz hic este: si el sujeto es indefinido, esto es, no lleva ninguna de las significaciones propuestas, es menester determinarlo para que se sepa si es verdadera o falsa la proposición. Si los hombres cuidasen explicar sus nociones mentales con las expresiones que corresponden a cada una de ellas, se evitarían mil cuestiones inútiles y viciosas, que se ven en los libros, y innumerables reyertas en el trato civil. Tiénese por regla general entre los Dialécticos, que si la proposición indefinida, esto es, de sujeto indefinido, es necesaria, equivale a universal, como esta, el hombre es viviente, que ha de entenderse de todos los hombres: y si es contingente equivale a particular como esta, el hombre anda, que solo se debe entender de alguno. Para no errar en esto conviene saber el predicado que es necesario, o contingente respecto del sujeto, lo cual no se averigua solo por la Lógica. Todas estas suertes de proposiciones se dicen opuestas, cuando con un mismo sujeto y predicado se oponen en los términos universales y particulares. Todo hombre es sabio, algún hombre es sabio se llaman subalternas, porque lo son los términos todo y alguno; y ambas son afirmativas, o negativas, y pueden ser la una verdadera, la otra falsa, o las dos a un tiempo verdaderas, o falsas. Todo hombre es justo, ningún hombre es justo, son contrarias porque lo son los términos todo y ninguno, y pueden ser a un mismo tiempo falsas las dos, mas no verdaderas. Algún hombre es veraz, algún hombre no es veraz, son subcontrarias por el término alguno, y pueden ambas ser verdaderas, mas no falsas. Estas proposiciones, todo hombre es bueno, algún hombre no es bueno: Ticio es virtuoso, Ticio no es virtuoso, son contradictorias, porque se oponen entre sí en cuanto se pueden oponer, así en los términos como en la afirmación y negación, y es preciso que de estas la una sea verdadera, la otra falsa, por el principio de luz natural que dicta, toda cosa es, o no es. En las proposiciones complejas no se podrá averiguar bien si son contradictorias, si no se desembarazan los miembros de la composición, y se comparan unos con otros. Los Dialécticos de las Escuelas, demas de estas cosas, que tratan con suma prolijidad, se entretienen en la equipolencia y conversión de las proposiciones. Nosotros las omitimos por ser cosas enredosísimas y de pura especulación, siendo nuestro intento omitir lo superfluo, y proponer lo que de qualquiera modo sea preciso. En la diferencia de las proposiciones por el verbo lo principalmente notable es la afirmación y negación, con las cuales se juntan, o se desunen los términos de ellas; mas como este asunto pide mayor explicación, vamos a darla en el capítulo siguiente.

Capítulo VIII.

De la afirmación y negación de las proposiciones.

19 La partícula negante, para que la proposición sea negativa, ha de juntarse con el verbo, pues si se antepone al nombre, le hace infinito e indeterminado, sin que por eso la proposición sea negativa. Non homo est aliquid, lo no hombre es alguna cosa, es proposición afirmativa, aunque haya negación, bien que el sujeto se hace infinito. En las nociones mentales, siguiendo el orden natural, la negación de las proposiciones siempre va cerca del verbo, y esto deben hacer los que quieren hablar y escribir con perspicuidad; pero los Escolásticos para hallar nuevos modos de enredar los conceptos del entendimiento han hecho mil transposiciones de la partícula negativa, sacándola del orden natural, y con esto han movido muchas cuestiones impertinentísimas. Con lo que hemos dicho de la negación, y con saber el uso que de ella se hace en las principales lenguas, se podrá gobernar cualquiera con acierto en la averiguación de la verdad: lo que en este asunto conviene explicar con más extensión es el uso que ha de hacerse de la afirmación y negación. Afirmar significa, como hemos dicho, juntar en el entendimiento dos nociones por el verbo ser, ú otro, que puede reducirse a este. Afirmar significa también asegurar una cosa consintiendo en ella. Cuando juntamos en el entendimiento las nociones de monte y de oro, diciendo: El monte es oro ,afirmamos en el primer modo, y no en el segundo, porque aunque tengamos juntos estos conceptos, no asentimos a semejante proposición. Lo mismo ha de entenderse de esta proposición: Pedro es piedra, la cual es afirmativa en el primer modo, mas no afirmamos en ella ser Pedro piedra en el segundo. Esta diferencia consiste, en que la afirmación con que solo juntamos los extremos, qualesquiera que sean, es obra del ingenio; mas la afirmación con que asentimos a una proposición, es obra del juicio. Y sucede muchísimas veces hallarse en el entendimiento muchas combinaciones diferentes, sin aprobarlas el juicio, porque este asiente a la verdad de una proposición, cuando ya ha visto la conexión que tiene con los principios primitivos; así cuando decimos Pedro es piedra, en la noción de Pedro considera el juicio la de hombre, la de viviente sensitivo y racional; en la de la piedra concibe la de un cuerpo duro, e incapaz de vida y sentimiento, y no pudiendo juntar ni combinar realmente estas nociones, no asiente a semejante proposición.

20 Por esto será bien advertir, que tenemos muchas percepciones de las cosas sin asentir a ellas, y por consiguiente, que no es lo mismo pensar, que consentir. Muchos de conciencia delicada se equivocan en esto, porque no se paran a meditar lo que les sucede en la variedad de sus pensamientos; pero si reflexionan un poco, conocerán claramente, que las percepciones que tenemos por los sentidos, puesta la buena disposición de sus órganos, no pueden dejar de seguirse a las impresiones, que estos reciben. Son pues, como lo hemos explicado, libres el asenso y disenso, que pertenecen al juicio; y como este asunto sea importantísimo, será bien declararse con algunos ejemplos. Preséntase Ariston delante de un árbol o de un jardín, y si tiene los ojos sanos y bien dispuestos, no puede dejar de ver aquellos objetos. Estará a la verdad en su albedrío algunas veces ponerse delante del jardín o del árbol; mas ya puesto y aplicado a mirarlos, no puede evitar el verlos. Si el árbol es grande o pequeño, y el jardín ameno y divertido, luego acompañará a la visión de ellos el juicio afirmativo: El jardín es ameno, el árbol es grande, y estas proposiciones son en todas maneras afirmativas, porque al tiempo que junta al árbol la noción de grande, por el uso y experiencia de las cosas, sabe que le conviene, y así lo afirma y lo consiente; y lo mismo sucede cuando la noción de la amenidad la apropia al jardín. Supongamos ahora, que Ariston es curioso en las cosas naturales, y luego su curiosidad le mueve a saber qué árbol es el que tiene por grande. Aquí no hallándose con bastantes principios experimentales para asegurarlo, queda dudoso, o suspende su juicio, y esta suspensión, sin afirmar ni negar, no es otra cosa que el ejercicio de su libertad, con la cual consiente, disiente o suspende el asenso y disenso a su albedrío. Mas ya Ariston examinando las partes del árbol, su forma externa, su figura, y todas las demás cosas necesarias, combinándolas con otras de que tiene ciencia y experiencia cierta, asiente a que el árbol grande es almendro. No hay que dudar, que cuando Ariston averiguaba que árbol era el que veía, tendría dentro de si varios pensamientos con que le compararía hasta encontrar con aquel que tenía entera conveniencia con el que buscaba, y así interiormente diría: Este árbol parece sauce, y afirmaba en el primer modo en cuanto juntaba la noción de sauce con la de aquel árbol; mas no en el segundo, porque no hallando entre el árbol presente y el sauce la semejanza necesaria que debía corresponder a su experiencia, no asentía a que lo fuese. Del mismo modo pensaría en otros árboles, y de ninguno Io afirmaría con asenso hasta llegar al almendro.

21 De otro modo le sucede a Ticio, que, paseando con serenidad de ánimo, ve a Crisias su mayor enemigo, que quiso tal vez en otro tiempo quitarle la vida, y la fama. Luego que Ticio le descubre, percibe a Crisias, y junta la noción de enemigo, diciendo dentro de sí: Crisias es mi enemigo; Crisias me quiso quitar la vida; Crisias intentó quitarme la fama. Pero al mismo tiempo se le excita a Ticio la memoria del agravio y maldad de Crisias, y los afectos de ira, de odio, o de venganza. Esto se ejecuta en Ticio tan aprisa, que casi lo mismo es ver a Crisias, que suceder todo lo referido. La primera percepción de Crisias, que tuvo Ticio, no fue voluntaria, puesta la aplicación de la vista en el modo dicho. Tampoco lo fue la memoria del agravio, y de la ofensa, ni el primer movimiento de los afectos nombrados. Lo son solamente las proposiciones propuestas, y lo son mucho más los juicios que suelen seguirse a los afectos, como si Ticio llevado de la ira dijese: He de vengarme, y otros semejantes. Aquí se han de distinguir los afectos e inclinaciones que se excitan en Ticio cuando ve a Crisias, de los juicios que de ordinario suele Ticio juntar con ellos, porque el primer movimiento de aversión hacia Crisias, excitado de la primera percepción que aquel tuvo de este, no es voluntario, y los Filósofos le llaman motus primo primus; pero los juicios que suelen acompañar aquellos movimientos son voluntarios, y puede Ticio, y debe apartarlos, y en algunas ocasiones aplicar todas sus fuerzas para reprimirlos.

22 Síguese de lo dicho, que los errores están en el juicio, y que debemos trabajar en dirigirle con acierto para proceder con rectitud en el examen de la verdad. También es de notar que han de distinguirse las operaciones libres del alma, de las que no lo son, porque este conocimiento importa mucho para poder hacer buen uso de nuestra libertad. Algunos modernos hacen actos de la voluntad, y no del entendimiento, al asenso y disenso, y por consiguiente al juicio; y lo fundan en que a nuestro albedrío consentimos en las proposiciones, o disentimos a ellas cuando queremos, lo que parece propio de la voluntad. Esta cuestión la tengo por poco útil para hallar la verdad, y evitar el error en las Artes y Ciencias. Lo que yo juzgo es, que en el alma no son potencias distintas el entendimiento y voluntad, sino que son el alma misma en cuanto piensa y quiere, y que estas denominaciones y distinciones de potencias solo se toman de los diversos actos que ejercita; y así siempre que piensa, ya sea imaginando, ya sintiendo, ya acordándose de las cosas, ya hallándolas, ya combinándolas, lo hace el alma por una fuerza que llamamos entendimiento; y siempre que ama o aborrece, asiente o disiente a las proposiciones, Io hace el alma misma: y aquella fuerza con que libremente ejercita estos actos llamamos voluntad.

Capítulo IX.

De la definición.

23 Los Filósofos llaman definición la proposición que declara bien la esencia de la cosa. El sujeto de la proposición es el definido y la definición es el predicado; y como no cualquiera declaración de la esencia de una cosa es definición, por eso se añade que debe hacerse bien, esto es, según ciertas reglas que prescribe la recta razón, las cuales propondremos después. En la definición del hombre: Animal racional se entiende la proposición: el hombre es animal racional, donde el hombre es el definido y el sujeto, y animal racional es la definición y el predicado. Debiendo toda definición declarar la esencia de las cosas, con el fin de que no se confundan y se puedan distinguir unas de otras, conviene advertir, que el entendimiento no alcanza las esencias de los entes en si mismos; porque siendo el origen de todos los conocimientos humanos lo que entra por los sentidos, como estos no nos descubren el íntimo ser de las cosas, sino solo la forma de ellas, que consiste en un conjunto de caracteres inseparables de la esencia, por eso nuestros alcances no llegan íntimamente a penetrarle. Esta es una verdad fundamental, que, repetida muchas veces por los modernos, fue establecida de los antiguos; pues entre ellos Santo Thomas confiesa llanamente, no una vez sola, que nos son desconocidas las diferencias substanciales y esenciales de las cosas (a).

(a) I part. Quaest. 29. art.I.ad.3. pág.113. Edic. De Roma de 1571. & lib.7.Metaph.lect.12.tom.4.pág.100. & passim alibi.

Cuando se dice que el ser, o esencia de una cosa es aquello, lo cual puesto, la cosa precisamente se pone, y faltando precisamente falta, se dice bien; mas nosotros no conocemos que la cosa se pone o falta, porque sepamos lo que ella es en si misma, sino porque anda siempre acompañada de formas y caracteres exteriores, inseparables de todo punto de ella, los cuales haciendo impresión en nuestros sentidos, nos hacen conocer por su presencia que la cosa existe. El ejemplo del Sol muestra esto con evidencia. Nadie sabe cual es la esencia del Sol; pero ninguno hay que dude del ser del Sol y de su presencia, cuando vemos un cuerpo redondo, celeste, lucido, que despide luz y claridad de sí mismo, que nace y se pone todos los días, trayendo el día y la noche, y que da una vuelta entera al Cielo cada año, moviéndose por una linea, siempre la misma, desde Poniente a Levante. Esto es una breve descripción del Sol, que declarando los caracteres y formas exteriores perpetuas e inseparables de su ser, nos muestran estar presente su esencia. Esto mismo ha de extenderse a cuantos seres hay en el Universo, pues que ninguno hay que le conozcamos de otra manera. Deben los Filósofos ser cautos en definir las cosas: y el haber hecho muchas definiciones en las Artes y Ciencias antes de tener bien conocidos los caracteres propios de los definidos, ha sido causa de muchísimos errores, tomando una cosa por otra, confundiendo las que deben estar separadas, y haciendo una misma la que tal vez es muy diversa. Hase de poner gran cuidado antes de definir las cosas en hacer de ellas descripciones exactas, notando las particularidades que las acompañan, como sus causas, sus efectos, sus necesarias o contingentes mutaciones, sus atributos perpetuos e invariables, sus movimientos, las leyes inviolables que guardan en sus acciones, sus propiedades, su origen, aumento, perfección y fines, combinando todo esto con los tiempos, y notando puntualmente la perseverancia, encadenamiento y mutaciones que observan. Por no hacerse bien las descripciones de las cosas, se confunden unas con otras, y así no se llega a entender el ser o esencia, ni las afecciones de ellas por el embarazo que se halla en separarlas. Los antiguos Médicos Griegos, y algunos pocos de los modernos, que han hecho descripciones exactas de las enfermedades, han aprovechado mucho para conocerlas; los que no han hecho esto, se puede decir que hablan de los males, pero no enseñan a conocerlos, ni a distinguirlos. Algunos Filósofos han hecho admirables descripciones, como Aristóteles en la Historia de los animales, y Teofrasto en los Caracteres de las pasiones. Los Historiadores, los Políticos, y algunos Poetas han descrito muchas cosas con admirable propiedad. Hállanse recogidas muchas de estas descripciones en la Eloqüencia sagrada del Padre Causino, Obra por esto solo muy recomendable. Ya creen muchos, que en la Física, Botánica, Medicina, Historia Natural no hay otro medio de conocer cada cosa y distinguirla de las demás, que el de las buenas y exactas descripciones; mas yo quisiera que creyesen que en todas las demás Ciencias sucede lo mismo; pues que las esencias de las cosas, donde quiera que pertenezca el tratar de ellas, no las conocemos de otra manera. Por esto no se han de arrojar fácilmente los Literatos a formar definiciones, sin que antes tengan bien conocidas las cosas, que quieren definir, por descripciones exactas y bien seguras. Así son imperfectísimas las definiciones por las causas, las que solo manifiestan la cosa por algunas propiedades y efectos, y las que llaman físicas por la materia y forma; pues demás de que las formas de las Escuelas, que son las que se toman por norma, son fingidas, y lo es cuanto los Escolásticos dicen de ellas, tienen el inconveniente, que el conjunto de lo que llaman materia y forma, no suele ser sino una porción, a veces la menos esencial, de la cosa. Conócese esto en que si se hace de la misma cosa una exacta y cumplida descripción, se hallará que lo que ponen por materia y forma es lo de menos consideración que hay en los definidos. El modo, pues, de hacer una definición, cuando ya la cosa sea conocida por exactas descripciones es, formar un género común y una diferencia, y por estas hacer la definición que llaman Metafísica, que es sola la que los verdaderos Filósofos reconocen por definición. El género y la diferencia de las cosas son dos predicados esenciales, que las hacen conocer y distinguir, de modo que no se pueden equivocar. Este género y diferencia se han de tomar de los constitutivos y distintivos que resultan de las descripciones bien hechas, pues por ellas se descubre qué cosas son más precisas, necesarias, permanentes y perpetuas para la existencia y el ser de los entes que se describen. El motivo de querer los Filósofos, especialmente Aristóteles, superior a todos, que el género entre en las definiciones es, porque no conocemos más que los individuos, esto es, cada cosa de por si en cualquiera línea. La cosa determinada y singular no se puede definir, ni lo necesitamos, porque tenemos de ella nociones tan fijas, que si ponemos atención no podemos confundirla con otra. Queriendo, pues, para la mayor facilidad de entender las cosas, reducirlas a ciertas clases, en que con prontitud y seguridad las conozcamos, se hace preciso buscar un predicado esencial y común a todos los individuos que en tal clase se comprenden, y este es el género, pues que se extiende a todos los que debajo de si contiene. Este género ha de ser el más inmediato, porque si es remoto confunde la noción de la cosa y no la determina. En la definición del hombre animal racional se comprenderá todo lo dicho. No conocemos otros hombres que los individuos de la especie humana: vemos en todos ellos que son vivientes sensitivos: de modo, que examinadas todas las particularidades que subministra la verdadera descripción del hombre, hallamos que el ser viviente y sensitivo (esto significa la voz animal) es un atributo común a todos, sin excepción ninguna, y esencial, pues que precisamente puestas la vida y sensibilidad hay hombre, y si estas faltan de todo punto, también el hombre falta. Fórmase, pues, del animal un género común, cuya noción es extensible a todos los hombres: de suerte, que no puede estar en el entendimiento el concepto de animal, sin que por él haya una noción genérica, que tenga también por objeto al hombre. Es así que en todas las cosas hay ciertas porciones comunes con otras y transcendentales entre sí, esto es, que el entendimiento las concibe como juntas, o como una misma en el predicado común que las incluye todas. No solo son vivientes sensitivos los hombres, sino también las bestias; con que con la noción genérica de animal conocemos al hombre y al bruto: y aunque la noción de animal es clara para conocer lo viviente sensitivo, es confusa para conocer por ella sola al hombre. Es, pues, necesario añadir la diferencia racional, que es un predicado común a todos los hombres y limitativo, esto es, determinativo de lo genérico de animal a solo el hombre, de manera que juntos el género y diferencia: Animal racional, se comprehenden todos los hombres sin peligro de poderse confundir con ninguna otra cosa. Si en lugar de animal pusiésemos Ente o substancia, aunque son atributos esenciales, no fuera buena definición, porque estos predicados son muy de lejos, y por muy universales no determinan la noción que tenemos de los individuos de la especie humana: como si para definir la rosa pusiésemos por género Planta, que dista mucho de la noción de la rosa, para la cual es género inmediato y conforme a la noción el de flor; y lo mismo sucediera si para definir el águila pusiésemos por género viviente; pues siendo tan general esta noción, no es correspondiente a la que tenemos de las águilas: y esto sucede porque el género próximo ya incluye en si los remotos, no pudiendo haber noción de animal que no encierre la de substancia y ente; mas los remotos no incluyen formalmente, esto es, con expresa determinación las nociones inferiores, de modo que fuera vaga e incierta la aplicación de ellos a los seres determinados. En lo que llevamos explicado se fundan las reglas de una buena definición, las cuales consisten en que sea tal esta que se convierta con el definido, de modo que no haya más, ni menos en uno de lo que explica el otro, como sucede en la propuesta definición del hombre, porque así el entendimiento con la definición entenderá la esencia del definido sin poderla aplicar a otra cosa: para esto conviene que sea breve y clara: esto se logra con el género y diferencia; y así las definiciones que no se hacen de este modo, no lo son en rigor lógico, sino explicaciones, como lo suelen hacer los Oradores y Poetas, y en el trato civil el común de las gentes: conviene también que sus términos expliquen con más claridad que el definido lo que es la cosa; porque si falta esto quedan obscuras y confusas las nociones, y no se logra el fin de conocer por las definiciones las cosas con claridad y sin peligro de confundirlas; bien que esta mayor claridad basta que sea para los Filósofos, porque el vulgo por ignorancia mejor entiende lo que quiere decir hombre que animal racional. De lo dicho se deduce, que no pueden llamarse definiciones muchísimas explicaciones, que quieren se tengan por tales: y que deben ser raras y hechas con gran cuidado las definiciones legítimas, aunque conviene que los sabios después de maduros exámenes y bien hechas descripciones definan las cosas, para que dejando sentado el verdadero ser de ellas, no se confundan, y se pueda así pasar a otras averiguaciones filosóficas con entera seguridad. Aristóteles definió pocas cosas, pero explicó muchas. Los modernos tomando sus explicaciones por definiciones, hallan motivo de contradecirle. El Autor del Arte de pensar (a: Part. 2. cap. 16. p. 248. edision de la Haya de 1700.) que hizo empeño de desautorizar a este Filósofo por corregir los defectos de la Lógica de las Escuelas, impugna las cuatro explicaciones de lo caliente, frío, húmedo, y seco, que pone Aristóteles; y aseguro que si hubiera leído con atención todo el capítulo segundo del libro segundo de la generación y corrupción, no las tuviera por definiciones, sino por declaraciones de estas cuatro cualidades por los principales efectos de ellas, cuando concurren a la generación y corrupción de los mixtos; ni las hubiera impugnado del modo que lo hizo, porque Aristóteles por *gr no entendió solo lo húmido madefactivo, esto es, que moja, sino lo líquido: ni por *gr lo que esta falto de madefaccion, esto es, de humedad que moja, sino lo tieso, reduciendo a estas clases generales las particulares, que se comprehenden en ellas: echándose de ver, que una misma cosa puede en diversos respetos pertenecer a lo húmedo y seco. Es cierto que los Escolásticos usan de muchas definiciones, que justamente son reprehendidas de los modernos; pero estos no siempre las han hecho mejores, como que han sido felices en derribar, y no lo han sido igualmente en establecer. Lock, impugnando las definiciones que los Atomistas y Cartesianos han dado al movimiento (a), dice estas palabras "Nuestros Filósofos modernos, que han trabajado en desasirse del vicioso lenguaje de las Escuelas, y en hablar de un modo inteligible, no lo han hecho mejor, definiendo las nociones simples por la explicación que nos dan de sus causas, o de otra cualquiera manera." El Marqués de SanAubin en su tratado de la Opinión (b) hace una burla grande de la definición del hombre: animal racional, como que es obscura y confusa, entendiendo cualquiera lo que es hombre, y entendiendo pocos lo animal racional. Mas, fuera de que las rigurosas definiciones sirven solo a los Filósofos, como queda dicho, el mismo Autor poco antes la dio por buena en estas palabras: "Las más exactas definiciones son las que explican la naturaleza del definido por su género inmediato, y su diferencia esencial como esta: El hombre es un animal racional." En obras tumultuarias y de acinada erudición como la de este Marqués, es preciso se hallen algunas contradicciones.

(a): Esai philosoph. Del entend.lib.3.cap.4.pág.339

(b): Lib.2.part.I.tom.2.pág.21 y 23

Capítulo X.

De la división.

24 Con los mismos fines que los Filósofos definen las cosas, hacen las divisiones de ellas, que es aclararlas, para que no se puedan equivocar. La diferencia entre la división y definición consiste en que esta fabrica la cosa, señalando los predicados que compone su esencia; aquella la deshace, para que dividida en porciones, se vean las partes que la constituyen. Para mayor claridad conviene dividir lo que llamamos todo en todo físico, y metafísico. El todo físico, significado de los Latinos con la voz totum, es qualquiera cuerpo físico del Universo: el todo metafísico es mental, y consiste en las clases generales a que el entendimiento por abstracción reduce muchas cosas, comprendiéndolas con sola una noción, como lo hemos explicado, hablando de los predicamentos y predicables. Este todo se explica en Latín por la voz omne: en nuestra lengua la voz todo incluye a los dos; y aunque a la Lógica sólo pertenece dar reglas para la buena división del todo metafísico, no obstante es menester antes conocer los todos físicos, pues ignorándose no se podrán reducir a las clases de la división. En los cuerpos físicos la analisis, esto es, la descomposición de sus partes, a fin de que se vean con claridad, es de mucha importancia para conocerlos, y ayuda mucho a las descripciones exactas que deben hacerse para definirlos; de manera que en lo físico debe ir delante la división, sin la cual los entes corpóreos nunca se podrán describir bien, y por consiguiente tampoco se podrán definir. Cométense grandes defectos en las analises, y por eso no han sido tan útiles, como algunos creen, las que se han hecho en estos últimos tiempos. En los siglos medios se contentaban los Físicos con hacer groseras descomposturas de los cuerpos, y pronunciando fácilmente por ellas, mantenían muchos errores en el estudio de la naturaleza. Los modernos, queriendo enmendar este defecto, cayeron en el opuesto, aplicándose con extremada creencia a dividir lo que por su sutileza no es capaz de división. Han hecho más, que es poner en los cuerpos lo que han creído antes de dividirlos, que debía hallarse en ellos. ¿Quién no ve que es vana la división de las tres materias Cartesianas, sutil, globulosa, y estriada? ¿Y cuántas veces sus defensores nos dicen hallarlas en las análisis de los cuerpos?
En la anatomía se han introducido muchas ficciones, desmenuzando las partes hasta lo sumo, donde no pudiendo llegar la industria humana, se añade lo que subministra un sistema puramente imaginario. De esto hemos dado palpables ejemplos en las Instituciones Médicas. Las analises chímicas hechas con fuego, no descubren lo que hay en los cuerpos, sino lo que el fuego hace en ellos. Después de haber gastado Roberto Boyle muchos años y grandes caudales en las analyses chímicas, al fin desengañado compuso un tratado que se intitula Chymista scepticus, en el cual muestra con evidencia, que son producciones del fuego las materias que la Química saca por la resolución. Este punto le traté con extensión en la Física, para evitar los engaños que en este examen se cometen. Conviene, pues, descomponer los cuerpos para conocer sus partes con el orden que se requiere, para que la división no las desfigure: notar su enlace, figura, sitio, y uso de composición: observar atentamente su substancia sólida, o fluida, dura, o blanda: no añadir ni fingir nada, sino mirar lo que da la naturaleza, &c. ver las mutaciones que reciben las partes unidas al todo, o separadas, y las relaciones, o respetos que dicen con sus causas, con sus efectos y con las demás porciones de aquel todo: finalmente se ha de combinar lo dicho con lo que hemos propuesto de las descripciones, y de todo junto se formará concepto del ser de las cosas físicas para poderlas definir y dividir. Quien ve esto, y vea también el poco cuidado con que hoy se tratan estas cosas, bastándole a cualquiera para llamarse Físico el entender dos e tres fragmentos de un vano, pero pomposo sistema, conocerá que la verdadera Física está muy atrasada, y muy distante del punto de perfección, en que muchos la contemplan. Todavía es peor fiarse de los análisis de las aguas, y demás remedios para establecer sus virtudes en el cuerpo humano; pues fuera de que no se puede asegurar por ellas lo que hay en los simples medicinales, es muy diversa la relación, y respeto que las partes dicen con su todo, que la que dirán con otro muy distinto, como es el hombre. Esto no se puede saber sino por la atenta observación de la Medicina práctica, como lo ha mostrado Geofroi, sin embargo de haber sido uno de los que más han trabajado en hacer análisis de los vegetables y plantas, que describe en su preciosa materia Médica (a : Geofr. Tract. de Mater. Med. Introduc. c.9. t. I. p. 47. ed. de París de 1741.). También son físicas las divisiones de las cosas hechas por sus causas, efectos, propiedades, formas, &c. y muy conducentes para las buenas descripciones. Así que la división de las plantas por sus flores o semillas: la de las enfermedades por algunos símptomas, o por la diversidad de causas de donde dimanan: la de los hombres (lo mismo ha de entenderse de los demás animales) por los territorios, provincias, costumbres: y en fin la de otros seres naturales por sus propiedades y caracteres sirven para perfeccionar las descripciones que deben hacerse antes de señalar las esencias de las cosas; mas quererlas distinguir entre sí esencialmente por solos estos fenómenos accidentales, como lo ha hecho Mr. de Sauvages en las enfermedades, y algunos Botánicos intentan hacerlo en las plantas, es confundir las cosas, y no llegar a conocer el verdadero ser de cada una de ellas. La división lógica es sola la que muestra la diversa esencia de las cosas, aunque parezcan entre sí unas mismas. El modo como llega el entendimiento a esta división es este. Examina primero si hay la cosa, y esto lo hace por la debida y bien reglada aplicación de los sentidos, o por el bien dirigido juicio, que tiene por origen de su excitamento las representaciones que de estos han quedado en la fantasía. Asegurado de que la cosa existe, la describe para verla y examinarla más de cerca, valiéndose para esto de las divisiones físicas y de las demás circunstancias que piden las descripciones. Después de esto, colocando la cosa en la noción general común por el género, y señalando la particularidad que la distingue por la diferencia, la define fijando la esencia de ella. Pero como debajo de un predicado común esencial, como son el género y diferencia, se contienen muchas cosas, que deben entre sí separarse, pasa a hacer la división lógica, la cual es una noción común con que el entendimiento distingue las cosas que están contenidas bajo un mismo género o una misma diferencia: por eso la división lógica se diferencia de la física, en que esta divide el cuerpo singular en sus partes integrantes, y aquella divide la noción universal, en que están incluidos todos los singulares, en clases comunes, o nociones distintas, que hacen conocer la diversidad que hay en las cosas por sus esencias. De esto se deduce, que las divisiones lógicas sólo se deben hacer por los géneros, especies, y diferencias esenciales del mismo modo que las definiciones, y por eso se han de hacer unas y otras pocas veces, con la advertencia que han de preceder las divisiones y descripciones físicas de las cosas a las definiciones y divisiones lógicas, siguiendo el orden natural con que primero alcanzamos que la cosa existe, después la dividimos, resolvemos y separamos sus partes para conocerla, luego la describimos para circunstanciarla; y últimamente formamos las nociones comunes del género y diferencia para señalar su esencia, que es la definición lógica, tras de la cual se sigue la división con que dividimos los géneros, las especies y diferencias hasta llegar a los singulares, en quienes no cabe otra división que la física. Un ejemplo hará esto palpable. Preséntase a nuestros sentidos el hombre determinado, porque así es en lo físico, le dividimos en lo corpóreo (pues esto solo es lo que se presenta a nuestros sentidos) por la anatomía: juntamos a estas luces todas las acciones animales vitales y naturales, la figura y formación exterior del rostro y demás miembros: observamos las causas que le mantienen, ofenden, o conservan, y todos los caracteres que acompañan a su composición. Enterados de todo, le colocamos bajo la noción lógica más universal del ente, porque conocemos que existe: descendemos de allí a lo corpóreo, porque lo extenso e impenetrable nos aseguran de ello: pasamos de esto a lo animal, que es el género más inmediato y encierra las nociones superiores. Viendo que este predicado genérico es una noción que incluye otra cosa que no es el hombre, al punto formamos el concepto que llamamos especie, y consiste en una porción de lo que encierra la noción del género, la otra porción son los brutos. Queriendo después fijar estas porciones para distinguirlas, ponemos la diferencia racional, que es el predicado común, que llena la esencia del hombre y con que se distingue de la otra porción de la especie contenida bajo el género animal. Débese notar aquí; que las diferencias alguna vez son genéricas, porque dado que señalan el distintivo de un género superior, son ellas género respecto de otras inferiores. Así lo sensitivo es diferencia de lo viviente, más genérica que Io racional, puesto que esto solo tiene bajo de si a los hombres determinados o individuos de la especie humana, y aquello contiene a los hombres y los brutos, que siendo todos sensitivos, por esto se diferencian de las plantas que viven, y no sienten; por donde, aunque las diferencias por lo común son específicas, porque determinan las especies: junto con esto con consideración a otras nociones más universales, pueden ser genéricas, y la distinción consiste en que estas tienen debajo de si las especies y individuos; y aquellas solo los individuos, o entes determinados.

25 Los Escolásticos, aunque han sido nimios en hacer divisiones, pues no dividen, sino desmenuzan las cosas, defecto de que no se ha librado Heineccio, sin embargo de perseguirlos continuamente, multiplicando sus nociones con indecible sutileza, con todo han guardado el orden lógico con más exactitud que los modernos; porque aquellos han tenido en mira los predicados esenciales para dividirlas; estos han confundido las divisiones físicas con las lógicas, confundiendo así las esencias de las cosas. Tournefort hizo los géneros de las plantas, tomándolo de las flores y frutos, de modo que colocaba bajo un mismo género todas las que eran conformes en la forma, figura y otros caracteres de estas partes: dividía en especies las que sin embargo de ser semejantes en lo que llevamos propuesto, tenían además de eso algún distintivo con que se señalaban. Los géneros y especies los colocó bajo ciertas clases universales, adonde fácilmente se reducían. Ya antes de Tournefort intentaron algunos Botánicos reducir tanto número de plantas, como ofrece la naturaleza, a lugares determinados para socorrer la memoria; mas este insigne francés (Frances) consiguió formar un plan, que han seguido después la mayor parte de los que profesan este estudio. Carlos Linneo, famoso Botánico de Suecia, no quedando satisfecho de este método, colocó los géneros en los estambres de las plantas, mudó los vocablos, las hizo (hízolas) de dos sexos, y alteró de manera este estudio con tantas divisiones, que es suma la confusión que reyna en sus escritos. Nuestro Quer, que si hubiera sido tan aventajado en las partes que se requieren para ser Escritor, como lo era en el conocimiento de las plantas, se hubiera colocado en igual elevación que Tournefort y Linneo, da extensa razón de estos métodos, y descubre admirablemente los defectos de Linneo, entre los cuales no es el menor haber hecho un sistema con que no se puede hallar conformidad entre los Botánicos antiguos y modernos, ni en los nombres, ni en los caracteres para conocer las plantas (a: Quer Flor. Esp. tom. I. pág. 303.y sig.)
Así que en esta parte tan importante de la Física reyna hoy suma confusión, y se toman por géneros y especies las cosas que no lo son por no ser esenciales a las plantas, sino solo una física particularidad de cada una de ellas y de esto nace tenerse por de una misma naturaleza las que son muy diversas, y hallarse algunos que las tienen por de unas mismas virtudes, siendo distintísimas, al verlas colocadas bajo un mismo género. Pide, pues, este estudio mejor lógica: hacer las separaciones de las plantas por sus descripciones físicas: no señalar géneros ni especies, sino después de muchos exámenes y observaciones, con que se aseguren las esencias y sus diversidades, y de este modo se descubrirán mejor y con más seguridad las virtudes y propiedades de ellas, que es el fin principal de estas averiguaciones. En este último punto procedieron con harto buen método los Botánicos antiguos; en la pompa y extensión del Arte han superado los modernos. En la historia de los animales sucede lo mismo. Son infinitos los géneros, especies, y diferencias que pone Brisot, imitando a los Botánicos. Lo cierto es, que los trabajos de Aristóteles en esta materia, si se mira la solidez y utilidad, exceden en grande manera a estas nuevas y magníficas producciones. Es de suma importancia para adelantar en el conocimiento de las cosas, distinguirlas bien entre sí, dividir físicamente por sus caracteres las que son diversas, no confundir jamás unas con otras; pero es menester tiento, observaciones, tiempo, y lógica para colocarlas bajo las nociones comunes de género y diferencia, así para definirlas como para dividirlas, según sus esencias. Considerando atentamente lo que llevamos explicado, es por demás entretenernos en dar reglas para las buenas divisiones; pues todo lo dicho se endereza a que estas se hagan con la exactitud que prescribe la buena razón; y el advertir que los miembros de la división deben llenar el todo diviso, y que deben estos mismos excluirse entre sí, de modo que el uno no se contenga en el otro, son cosas tan claras que a cualquiera se le ofrecen con mediana atención, sin necesitar de ejemplos ni explicaciones.